01 agosto 2009

Función del Circo Cielo Nocturno (1era parte) Por Carlos castro

Anda, ve y tráeme aquella jaula, comanda la mujer barbuda a su criatura hermafrodita.

El público en silencio devora algodón dulce, la serpiente sin ser percibida deambula entre sus pies.

Cuélgala de aquel estambre de bronce. Ahora ve por pan y mójalo con leche de Dolores.

En la cúpula de la carpa silban unos cuervos albinos. Las crías ya pueden volar, pero los padres aun les traen comida a voluntad.

Mételo a la jaula y deja la puerta abierta. Sin cuestionar obedece.

Ven y siéntate en mi regazo. De entre los senos saca un peine y desenreda la roja cabellera del obediente, mientras le canta una melodía que improvisa su inconciente.

Los padres desdoblan las alas y en orbita espiral bajan hasta la jaula. Sostiene el peine entre los colmillos y emite una fuerte palmada. La jaula se cierra.

Murmura a su oído, se desata el listón blanco que sostiene su barba, se lo entrega y este lo usa para atrancar la puerta de la jaula.

Ahora durmamos. Junto con ellos poco a poco el público se queda dormido. Los payasos comparten sábanas con ellos.

Pero Sebastián no puede dormir. Cautelosamente se zafa de entre los regordetes brazos de su padre, quien lo ha llevado a esta función pues hoy cumple 5 años.

Es tan liviano y la gente esta tan agotada que camina sobre ellos sin alterar sus ronquidos. Recoge pedazos de algodón y les arrebata cacahuates a unas ratas que ríen echadas en las delicadas nalgas de una quinceañera.

Tras empanzarse me tira boca arriba bajo la jaula, convirtiéndose así en el único espectador de lo que esta por suceder. Lo que lo condenara a una tortura proporcionada por los enanos por desobedecer las reglas del circo.

¡Yo no hice nada malo! Bramará, pero nadie le creerá y quedará mudo hasta los 17.

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