01 marzo 2010

ESPECTADOR DEL MORBO ÈL O ELLA (Minerva P. Bañuelos Cárdenas)


Comenzó el protocolo en aquél café de intelectuales. Las pocas personas que se dieron cita a la presentación de libro de la “mujer”, mentían. En algunas miradas irradiaba la envidia, casi estoy segura que eran sus ex compañeros de la licenciatura en Letras Hispanoamericanas; otros se mostraban falsamente amables, aparentemente despreocupados, pero en sus cerebros, aseguro que reventaban constantes reproches por no ser ellos quienes estuviesen platicando su experiencia de escribir un libro, y más aun, por la osadía de publicarlo. También llegaron, unos cuantos turistas de exposiciones culturales de improvisto al evento; el resto de ese conjunto de individuos, eran los paracaidistas del entremés, que buscaban siempre la manera de tomar alcohol aunque fuera en porciones diminutas y aunque a veces , se vieran sometidos a tomar vino tinto con bocadillos gourmet, que no eran de su agrado. Pero siempre se aguantaban y se los tragaban, porque todo ese festín era gratis y sólo a eso iban. Y en medio de ese espacio, la “mujer poeta”, se sentía sola. Cuando el maestro de ceremonia le cedió la palabra, para que explicara al público el por qué de cada verso en sus poemas, ella se mostraba indiferente, seria; forzaba su boca para recrear el movimiento de la elocuencia de su discurso, su mirada se veía posicionada en un puntito infinito del universo, sus oídos estaban sordos de toda adulación; pareciese que los focos incandescentes se hubieran cambiado por una luz azul para mostrar su cuerpo congelado. Ni siquiera buscaba entre las primeras filas los ojos maternales, los ojos paternales, las miradas de un cálido orgullo. Era claro que sus padres no estaban allí, tal vez ya habían muerto o probablemente era huérfana ¿Y que había del esposo? ¿Del novio? ¿Del amor humano? ¿Del amante quizás? ¡Ése sí que tendría que estar allí! Él o ella, eran mi única esperanza para que ella buscara entre la afluencia, el júbilo, la celebración sigilosa que le haría cambiar su incomprensible actitud, pero ¿Por qué èl o ella nunca aparecieron? Sí ella le había llorado en cada poema, le había dedicado pedazos de su alma cuando recordaba su perfidia en cada verso. ¿Por qué èl o ella no estaban allí? Después de acabar la ceremonia, me fui disgustada. Caminé de prisa y un bulto en la banqueta me hizo tropezar, volteé para ver si nadie había notado mi desafortunado percance. Recorrí con mis pies ese obstáculo, pero noté que dentro de ese volumen había un montón de papeles recortados y una fotografía de un hermoso mar; detrás de ella, señalaba una próxima exposición fotográfica en el Café Terrestre. Inmediatamente saqué mi agenda y anoté la fecha. Estaba segura que en esa exposición, entendería mejor la conducta del siguiente artista, y que de seguro, los misterios en terrenos de amoríos no estarían tan herméticos como lo fue de la “ mujer poeta”. Y bien, ahora que ya lo sabes ¡Calla! Y no me juzgues. ¡Dime que yo no tengo la culpa! ¿Verdad que me han acostumbrado a que todo acto humano siempre tenga un final? Sí, por eso me fui inmediatamente de allí, porque no había encontrado el desenlace, la clave de la situación, el momento del éxtasis. Yo quería disfrutar de la cursilería en otras personas, ver besos, abrazos, caricias físicas, èsas que me han hecho falta, pero que con verlas, me harían feliz. Sí, me sentí engañada, pues yo siempre había encontrado lo que las cosas pretenden ser. Y aquélla noche no pude.

LAS HUELLAS - (Por: Blanca Dayanne Castro)


Las huellas de cuatro pies se dibujaban en la arena de la playa; si observamos a lo lejos vemos una pareja tomados de la mano, jugando de vez en cuando con las solas que llegan.
No saben cuando pasó, pero ya no se quieren y aunque recordaban esos atardeceres el amor escapó como velero impulsado por el viento…. ¿y ahora qué seguía?... caminando de nuevo por la playa pensando cada quien en sus propios negocios.
La estrellas ya no eran suficientes, ni la luna llena los impulsaba a hacer locuras; simplemente seguían caminando pero las huellas ya no estaba tan juntas ni las olas jugaban con los dedos de sus pies. Habían sido víctimas del tiempo y la rutina y el amor quedó escondido detrás de la lista de pendientes y los víveres para comprar en la semana.
Caminando ahora sin tomarse de la mano, transitando en una banqueta llena de hojas del otoño. De repente ella resbala y él se apresura a tomarla de la mano… sus ojos se encuentran y en breves minutos volvieron a aquella playa donde se enamoraron

IGUAL . (Por: Magnolia Flores Tapia)


Se conocieron un verano que pasaron en el mar, él iba con sus amigos, ella con sus primas… estaban en uno de esos hoteles de 5 estrellas, todo incluido. El flechazo fue inmediato y unos cuantos años después tenían todo lo que suele atribuir la gente a una vida exitosa; una casa linda, coches bonitos, vacaciones una o dos veces al año en hoteles de lujo… aunque, todos sus días eran casi igual.
Despertaban a la misma hora, él se bañaba mientras ella preparaba café, jugo de naranja y revolvía unos huevos o tostaba unos panes para el desayuno de ambos. Desayunaban juntos pero no decían mucho, a veces leían, a veces veían TV, pero la mayoría de las veces solo callaban. La primera frase del día que salía de su boca era “llego pronto” y “que te vaya bien”. Después ella se arreglaba, ponía en orden la casa y se iba su oficina. Ella era diseñadora de interiores y él arquitecto.
Era raro que comieran juntos, aunque se veían en la tarde hasta en la noche, a la hora de la cena era cuando volvían a estar juntos. Resumían su día en unos cuantos minutos de platica, discutían algún tema en común que surgía efímeramente, solo se alargaba la conversación si se trataba de cuentas o compras. Después cada quien a lo suyo y a dormir.
Los fines de semana veían alguna película en casa o en el cine. En algunas ocasiones salían con amigos donde siempre eran (o aparentaban ser) la pareja perfecta, esas 3 eran sus actividades principales de cada fin de semana.
Cuando alguno de los dos salía de viaje ya no existían esas despedidas y bienvenidas efusivas y cariñosas en el aeropuerto. Ya no había detalles, quedaban pocas risas y esporádicos besos. Todo parecía dar igual.
Hasta que una mañana salió de la rutina, era de esos días que no había lectura ni TV, solo silencio, silencio que fue interrumpido por ella quien después de tomar un trago de jugo dijo pasivamente – creo que debemos separarnos. Él terminó de tomar un sorbo de su café, dejó la taza, observó su reloj, se puso el saco y dijo – eso mismo estaba pensando. Tomo su maletín y salió de la casa. Ella recogió los trastes y siguió con su rutina. No hubo lágrimas, lamentos o cosas similares. Todo siguió igual.

EVOCACION A UN HORIZONTE ROJO - (Por: Loscar Fandiolis Agraz)

Desperté; recuerdo el viento moviendo mis apenas 100 cabellos de un lado hacia el otro rosando mi rostro y a veces dejando ver parte de mi frente; el agua, limpia y verde en su vaivén taciturno, me acariciaba los pies y empapaba los sueños que me dejaste sin razón. Hace dos días que estoy sin ver la luz, desde que desapareciste, el sol se niega a salir, y el mar reflejando la luna ya no es romántico si no estás tú a mi lado para contemplarlo.

Otro día mas, otra luna, cada vez más oscuro se torna mi pensar; he deseado tantas veces salir corriendo y entrarme al agua para que me trague por completo, y encontrarme contigo, con tus recuerdos que tirados por la borda; Ojala pudiera ahogarme en mis propias lagrimas, que son tan vastas como los mares en el cielo y tan hondas como el cielo en el mar; pero soy cobarde, por eso te perdí....

Sigo buscándote, camino vagabundo entre la gente recorriendo el malecón de un lado a otro, algunas veces me parece verte en los brazos de otros amantes, disfrutando de la vida, dando vueltas alrededor del mundo con los ojos cerrados en perfecto éxtasis; sería imperfectamente inútil pronunciar tu nombre; soy un mudo frio desde el día que te marchaste montada a pelo en el unicornio anfibio del placer inmenso que nos da el amar.

Cerré los ojos y recordé que me gustaba soñar:

-Yannel, amor. Estas despierta….

-si, dime.

-me das café, quiero yo despertar.

-¿Despertar de que?, no dijiste que preferías cerrar los ojos y no enfrentar mas las realidades porque te parecían mórbidas.

-no dije mórbido, quizá obsceno; y no es la realidad, prefiero el mundo onírico, es tan mágico como tu cuerpo, ya no quiero café, quiero tu piel. Regresemos a soñar.

-siempre viviendo de sueños Horacio, cuando vas a madurar.

-……

-estoy cansada de esto, yo sigo creciendo y ¿tú?, sigues siendo lo mismo.

- Yannel, tu eres una niña que juega a ser adulto. Yo soy un adulto que adora ser un niño.

-Horacio….

Te esfumaste, fuiste como el viento, que nunca se queda, solo pasa y no se ve, mi libertad te encadenaba.

Hace trescientos y dos días que te espero, se perfectamente que no volverás, pero no me queda mas propósito para la vida que pensarte; te he idealizado como agua del mundo; tan amarga como salada, tan llena de vida, tu eres el mar, mi mar; y solo ahogándome en tu ser he de volver a estar contigo. Abrázame con tus olas y devórame.

Esta amaneciendo. El sol por fin ha regresado y esta clareando el horizonte, el mar y el cielo son de nuevo una misma cosa, como tu yo lo fuimos ayer, hace tiempo y primavera, a mi me toco perder esta vez, el amor es como las olas del mar, se encuentran en un vaivén constante, y si uno va de tras de él, te golpea hasta dejarte noqueado.

Donde quiera que este; recordare el dolor que me causo tu partida, tú no eres mi mar, ni mi sol ni mi nada. Tú eres el mayor amor que no he tenido