10 agosto 2009

AVIONES FUTUROS DE TIEMPOS PASADOS (Por: Marcela Davila)


¿Te acuerdas cuando éramos un par de adolescentes y nos recostábamos en el pasto de “las Islas” en Ciudad Universitaria a mirar el cielo? No fue hace mucho que nos preguntábamos qué destino llevaría cada avión que atravesaba las nubes en ese preciso instante, y deseábamos por momentos estar en su interior no importando el rumbo que tomaría tras cruzar ese pedazo de horizonte que nos correspondía mirar, desde el lindo campus en donde se sitúa la majestuosa biblioteca central que fue escenario de alguna de nuestras tardes solitarias cerca del Estadio Olímpico.

Quizás no hay mucho más que mi mente pueda recordar sobre esos días, quizás sí lo hay, pero lo guardo en el silencio para que las palabras no me arrebaten sus sonidos y sabores que bien conocerás…

Aquella reflexión pasó fugaz por mi mente, mientras con mi avioneta sobrevolaba Ciudad Universitaria, casi al atardecer de un viernes 28… Ese sitio mágico me traía recuerdos, de entre los cuales, cierto verano era uno de los más vivos. Siento como si me estuviera mirando volar en la lejanía, en este preciso instante, recostada ahí abajo a tu lado, hace algunos años… Quizás todo lo que divisamos entonces fueron aviones futuros que pasarían algún día con nosotros en su interior, y pacientes con el césped bajo la cabeza esperábamos el día de volar.

Hoy es mi día … sólo que en este viernes que lleva mi número favorito, conozco la ruta bajo la cual las estrellas que mas tarde saldrán, me verán surcar la inmensidad del cielo.

Y en mi día sobrevuelo incidentalmente los verdes campos de un grandioso pasado que ha construido mi presente, que es hermoso, y alzar los cimientos para un futuro maravilloso y digno de ser vivido…

Poco a poco, con el ruido de una hélice en movimiento, las islas se tornaron en un punto verde que se perdió en la distancia y horas más tarde, en compañía de la luna, se asomó ya el Mount Rainier que indicaba el primer punto de referencia para alcanzar mi destino de vuelo, rodeado por grandes nubes y coronado por la blanca cima de magnánimas proporciones cuya blancura sonreía más y más conforme me aproximaba.

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