31 mayo 2009

MIEDO, ¡HAS GANADO! (Por: Magnolia Flores Tapia)


No, en realidad nada te atemoriza. Sesiones de películas de terror a las 12 de la noche, idas al panteón en la más espectral oscuridad. Y ciertamente has visto más de los cadáveres promedio que la gente ve en su vida. Nada te quita el sueño o la tranquilidad. O bueno, casi nada, solo unos ojos grises te han robado el sueño, el hambre… el alma.
Transpiras de más a cada paso, el sol te abruma más de lo normal. Las manos te sudan y las ansias te corroen. Temes romper la rosa que traes en la mano. Es hora de ser sincero, ya son meses de estar a la deriva.
¿Y si dice que no?... ¿y si he confundido sus señales?... ¿y si se aleja?... mil preguntas sin respuesta rondan tu mente y paso a paso la boca se seca más. La garganta tiene muy poca saliva.
El aire comienza a faltarte… la taquicardia empieza, parece que el corazón saldrá de tu pecho… estás muy cerca de su casa… todo da vueltas, se torna borroso. Te detienes media calle antes de llegar hasta su puerta, te recargas en la pared y destruyes la rosa. Respiras profundo al fin. Miedo, una vez más… has ganado.

QUIERO AMARTE II (Por: Blanca Dayanne Castro)


Pensar que no existes en sus recuerdos, que los sueños y el destino formaron un juego para desatar tu locura.
Miedo a que no conozca las palabras que anidan en tu mente, ni los sentimientos que anidan en tus labios, tus manos están tristes por no poder tocarle y la razón de vivir se ha ido con la falta de su cuerpo… miedo de que el futuro sea un concepto sin dueño.
¿A qué extremo se ha llegado para destruir un sueño perfecto?
Miedo a susurrar su nombre, a vivir en un sueño que hace que la realidad se vuelva insoportable; ¿y si ya no es amor en qué se ha convertido el sentimiento?

30 mayo 2009

La honorable familia Ramírez (Jonathan Mata)

Ahora que lo menciona creo que mi temor viene de la infancia, cuando fuimos a comer a casa de Ramírez, el subordinado de mi padre. En aquel entonces yo tenía unos 9 años y recuerdo aquella familia como algo absolutamente kitsch, yo por supuesto hago conjeturas ahora mismo de que esa noche mi vida quedo marcada para siempre. Me sucede como a todos en alguna ocasión, ahora te das cuenta de que tus padres te mandaban cada semana a dormir a casa de tus primos para poder hacer el amor en paz, o que esas películas en el armario de tu padre eran pornografía, que tu tío Raúl no estaba de vacaciones en Vallarta sino que estaba preso por ladrón, y tu hamster no había muerto de tristeza, sino por envenenamiento intencional.

¿Qué como eran los Ramírez? Vivian en un complejo de casas, todas igualitas, con su jardincito y su coche aparcado en la entrada, el mas económico posible pero con aromatizante de pino. Eran una bonita familia, tenían 2 niños, Pablito y Marianita, los dos en el cuadro de honor claro está. Tenían una mascota, un french poodle, se llamaba “princesa”. Los domingos sin falta a la iglesia y a comer a casa de los padres de la esposa, Ramírez le hacia la pelota al suegro mientras hablaban de hazañas que nunca realizaron. Pero lo mejor era que al volver a casa, Pablito se sentaba a la izquierda y Marianita a la derecha, los pequeños Ramírez uno detrás del otro. Por supuesto no lo decían, pero ambos querían que Pablito siguiera los pasos del padre y Marianita encontrara a un hombre que al menos tuviera piscina en casa, de hecho en casa familiar de los padres de la esposa no había jardín, era el ciclo progresivo de la familia,. Creo que la mujer estaba esperando al tercer hijo, claro que Ramírez esperaba que fuera niño, y así poder seguir el ciclo de niño-niña-niño.

Carajo, ¿puedo abrir la ventana? De repente me sentí mareado. Creo que ahora Pablito, bueno, Pablo, está pagando su casa en el mismo coto y Mariana tiene una tienda de cositas hechas a mano. Mi padre me comentó unos años después que Ramírez renunció y firmó en otra compañía, yo sinceramente creo que se ahorcó.

21 mayo 2009

Vislumbro por Carlos Castro

Siento su miedo inundar de humo la habitación. Solo distingo sus siluetas, sombras de lo que quieren ser. ¿Estaré observando por la ventana del prejuicio? Merecen una oportunidad. Merezco una oportunidad.

Busco a alguien que me provoque una sonrisa sincera pero lo único que consigo es un malestar estomacal y una presión insoportable en las sienes.

Detesto sus melodías, su risa, su manera de menear el cuerpo. Detesto su comunicación.

Mi asco me provoca una fiebre. La fiebre me da frío.

Sus fragancias me revuelven el estómago. Vacío las fauces en el grotesco escote de una madame y me entrego a la comezón de una carcajada.

Hace frío. Dejo la fiesta. Me voy a cazar tibias pieles preciosas. A la semana provoco la extinción de toda una especie antes de conseguir algo de calor.

Decido mirar adentro. Aquí debe estar la podredumbre que deteriora mi visión del mundo. Pero solo encuentro excrementos de rata. Aquí solo hay un doloroso eco. Soy un hombre enfermo. Un hombre agotado de ser. Un ente enfermo de caminar en dos piernas.

Vuelvo a la fiesta con un regalo dentro de mí.

La orgía comienza.

Para vengarme penetro a sus mujeres. Una vez dentro les desgarro las entrañas mientras se retuercen de placer. Las inyecto con mi malestar. Les siembro hijos que al nacer les arrebatan la vida.

Su cuerpo me hacen salivar pero su alma me da asco.

Camino hacia ella con el miembro escurridiendo placer. Me inclino y le suspiro al oído un te detesto. Ella me devora. Consigo liberar en sus fauces el acido de mi pulso y segundos después se evapora su mandíbula dejando solo materia muerta y apestosa.

Han dejado de existir pero aun no lo saben. Tuvieron la oportunidad. Pudieron haber sido verdaderos dioses pero se conformaron con devorar su propia mierda.

Mañana lloraré arrepentido. Mañana aprenderé a amarlos. Pero jamás volverán. Me encargaré de que se olviden sus nombres y sus juegos.

Nuevos seres nacerán del aire. Capaces de volar y navegar entre las estrellas. Ya los empiezo a amar. Ya los extraño…

SONRISA - (Por: Marcela Dávila)


Utopía parece haberse definido como el sitio existente en el tiempo y el espacio, que resultará inalcanzable en la vida de un ser humano, por su acercamiento a la perfección.
Utopía es el paraíso que funge como el trozo de cielo que a los habitantes de este inframundo cotidiano no nos tocará probar jamás… salvo en aquellos días felices en los cuales las puertas de ese paraíso se abran por un instante y nos permitan probar un bocado del manjar que tras sumergirnos en el más secreto de lo placeres nos dejará caer inesperadamente, de regreso a la tierra, garantizando la contusión tremenda del choque de una nariz contra el suelo cubierto de polvo.
Todos los dilemas referentes a este término comenzaron a girar en mi mente, cuando al fin desperté esa mañana de mayo y miré la lluvia caer a través de la ventana, supe entonces que vivir es soñar, como el mismo Calderón de la Barca trató de plasmar metafóricamente en su obra “La vida es sueño” y cuando por fin me decidí a salir a la calle con mi impermeable rojo y las botas de hule azul, descubrí mientras caminaba por la acera, que algo… por no aventurarme a decir todo, había cambiado de una vez y para siempre durante la noche.
Y es que el portero que trabaja en el edificio en el que vivo estaba triste cuando me despedí de él por la mañana, y el sujeto que conducía el autobús que tuve a bien abordar más tarde, también lucía enojado y con un amargo sabor de una vida aburrida en los matices de su expresión corporal y entonces comprendí que la verdadera utopia de estos días difíciles de mayo del año 2009, es la recepción de una sonrisa sincera en una mañana como cualquier otra, en un día de la cotidianeidad.
La sonrisa; enigmático símbolo del rostro humano, llave de candados, prisiones y puertas con cerrojo. Amable compañera, cupón de descuentos, creadora de amistades, ruina de tontos, refugio de soñadores, perdición de enamorados, redentora de la paz.
Y es la sonrisa lo que menos cuesta y lo que más se puja en las subastas de este siglo, lo que más se codicia en las prisiones de oro y lo que más se anhela en las clínicas de belleza, portadora de salud y elíxir de la eterna juventud. Entonces descubrí la utopía, la supe oculta en el ser humano, guardada ahí sin costo alguno y sin embargo… nadie la encuentra, todos la piden, todos la tienen, nadie la sabe… porque nunca traiciona, pero cuando se inventó la idea de la utopía, todos necesitaban algo que buscar, tan preciado que no se sintieran capaces de tener, pero tan sencillo que nadie la pudiere encontrar…
¿Haz sonreído hoy?

20 mayo 2009

POR ESTE PAR DE NALGAS FLORECEN UTOPIAS EN CABEZAS SANTAS. (Por: La Minervaapatía - Minerva Bañuelos)


Ese día sucedió algo diferente, Sofía tomo su café por la mañana y prendió su delgado cigarrillo. Después de leer la sección internacional, un silencio se prolongó por unos minutos. Tal vez pensó que era el momento de mandar una carta a la editorial de aquél periódico que había leído por años. Emocionada empezó a redactar las siguientes líneas, esperanzada, tal vez, por la contestación que hiciera la editorial. Así pues, atreviéndose a conseguir su objetivo.
Hace 26 años, en una escuela del pequeño sur de Alemania, entre al salón de clase para presentar el primer examen del año escolar que allí viví. El maestro repartió las preguntas, bostezó y dijo ahora vengo voy a comer, si necesitan algo estoy en el piso de arriba. Y salió del salón cerrando tras de sí la puerta. Asombrada miré a mi alrededor: mis compañeros todos se concentraron en sus reactivos y se acomodaron para el largo ejercicio. Nadie habló, nadie miro a los lados, nadie pidió que le pasaran el examen. Cuando todo acabo, pregunté por qué nadie había copiado, y la respuesta fue unánime: ¿Estás loca? Me reviento la cabeza repasando el material, ¿Crees que luego voy a regalárselo algún huevón cuando a mí me costo tanto trabajo entenderlo?
Pues sí, .Cuando menos allá: acá, negarle el examen---o el moche, la coartada y la prebenda--- al vecino zángano equivale a traición a la patria.
El editor no tardó ni una semana, cuando consiguió una cita con Sofía, después supe que se casaron.
Fin
Eduardo quedó un poco consternado al terminar de leer el último capítulo de su novela, esa que había comprado de casualidad en la librería Pasado Eficaz.
Faltaban poco para su esperada boda, unos doce días, cuanto mucho. Por la tarde se cepilló los dientes y se miró atento al espejo: Hoy es el día, ya no puedo más, confesó ante su reflejo.
Pasó por su prometida en el eje central de la ciudad, fueron al parque más cercano. Sentados en una banca, Eduardo elocuente le decía a su amiga todo lo que en su mente pudo procesar, después de haber caminado por una hora sobre el asfalto: Imagina que universalmente se nos garantizará que al llegar virgen al matrimonio, nos convertiríamos en millonarios
(………………………………)
Súbitamente mi madre abrió la puerta del baño ¿Todavía sigues aquí? ¡Dame eso cochina¡ ya te dije que estos libros son satánicos ¡Dios mío, ayúdala porfavor¡
En lugar de sentirme avergonzada tuve el valor de verla a los ojos, como nunca antes había sucedido, cuando me pescaban leyendo esos excitantes libros prohibidos.
Tú dios infinito y lastimoso, a quién ninguna creación limita, a quien ninguna criatura adora, y quién nadie disculpa le deberías fotocopiar estas paginas. Y por último pregúntale, ¿Qué si nos matáramos todos inmediatamente, seguiría disfrutando de ver el aire en la inanidad de su mundo, que según el creó? Cierra la puerta, madre, que ahora quiero fumar mi cigarro de lechuga.

QUIERO AMARTE - (Por: Blanca Dayanne Castro)

Escucha su voz: ese tono con el que pronuncia la palabra “amor” y entonces quieres ser parte de su vida. Curiosamente se encuentran en un parque y apenas rozan sus manos, el atardecer los acompaña mientras en la conversación se hacen presentes las confesiones mutuas.
Siente su mirada: el tiempo te apremia para tocar sus labios, sentir su respiración en tus mejillas. Mientras van el carro una canción les hace salir de su silencio pero las palabras no son suficientes, una sonrisa, una mano en la cintura y la otra en el dorso de su espalda.
Toca su piel: un mapa infinito de sensaciones y líneas que descubrir y ahí quieres dejar tus manos explorando el territorio. Se desnudan mutuamente y el resto del mundo deja de existir, complementan su pasado, el sudor se confunde en las sábanas blancas recién planchadas.
Sus pasos van al mismo compás, las manos entrelazadas y yo me pregunto: ¿vivieron?... ¿felices?... ¿para siempre?...

La Ruta 700 (Jonathan Mata)

Estimado Sr. Guillermo Lombardo Gurruchaga

Motiva la presente mi disconformidad con el servicio de transporte público ante la incompetencia de sus operadores. Soy un hombre de 74 años que en este mundo solo tiene la afición por el ajedrez, tal vez eso le reste importancia a mi carta ya que probablemente este a punto de tirarla a la basura por su falta de humanismo.

El día 4 de Abril del presente año fui victima de la imprudencia del operador de la unidad 4825 de la ruta 700. A las 4 de la tarde aproximadamente intente bajar de dicho autobús, pero este nunca se detuvo por completo y caí al suelo, el autobús ni siquiera se detuvo por cortesía. A mi edad nunca he tenido un buen servicio de transporte publico, los operadores son groseros, los asientos preferenciales insuficientes y las unidades ni siquiera se detienen donde uno necesita subir o bajar. Tal vez usted no tome en cuenta la queja de un viejo, y asumo que no será la primera ni mucho menos la ultima, solo quiero que sepa que tengo la cadera rota y probablemente nunca mas tome un autobús, pero quiero tener la esperanza de que un día la gente deje de utilizar su automóvil para ir rodeada de extraños al trabajo, solo por la experiencia de estar con otros pasando la mañana y contemplando las calles del centro.

Estoy consciente de que usted no tiene el control sobre las decisiones de otros acerca de cómo transportarse, pero al menos podría intentar mejorarle la mañana a los que deben viajar en autobús, ya que por cada persona que viaje cómoda habrá un guardia de empresa al que le desearan los buenos días, imagine usted la cantidad de personas que recibirían a su vez una sonrisa del guardia de su lugar de trabajo.

Sin mas por el momento agradezco su atención, que tenga una buena tarde.

Atte. Sr. Guillermo Lombardo de la Barcena

UTOPÍA (Por: Magnolia Flores Tapia)




Invariablemente iba por la calle sonriendo. No importaba cuán malo hubiera sido el día ella siempre sonreía… hacía reír a sus vecinos, a sus compañeros de clase, a su familia. Su tenacidad y alegría eran inquebrantables.
Su mamá siempre dijo que era una niña como pocas. De sus hermanas y hermanos fue la más tranquila. Su papá decía que fue la única que los dejaba dormir toda la noche cuando era bebé e incluso tenían que despertarla para que comiera.
Años después fue una niña aplicada a la escuela. En secundaria sus calificaciones bajaron un poco pero su corazón creció, “siempre ayudando a todo el mundo” - solían decir sus profesores – y ella solo sonreía.
El bachillerato era lo que seguía y ella continuó con esos pasos, el corazón le creció más y en realidad pareció haber madurado en esas vacaciones que separan una etapa escolar de otra. Se veía incluso diferente, más radiante, con más actitud y sus ideales de siempre pero más fijos… ayudar a los demás… y repetía hasta el cansancio “si nosotros no empezamos por cambiar el mundo entonces ¿quién?”. Sí, siempre creyó que el mundo podría ser mejor. Creía que si todos hacíamos algo bueno cada día, en pocos años el mundo cambiaría.
Era una chica hermosa, era realmente bella. Su cabello lacio caía en cascada, sus ojos color miel le daban la dulzura justa a su mirada soñadora. Su voz era fuerte, contraste perfecto para toda su aura tranquila. Decía que era su arma perfecta.
Aquella tarde iba más feliz que nunca, representaría a su escuela en un debate público. Sí, se veía tan contenta cuando fue sorprendida por un desconocido. Después todo fue muy rápido. La ambulancia no llegó a tiempo.

12 mayo 2009

QUIMERA QUEBRANTADA - (Por: Minerva Bañuelos)




Un día, de esos típicos de un noviazgo del pueblo, Mario y yo salimos a platicar a la plaza. Lo acepto esa noche estaba realmente aburrida, ya imaginaba lo que íbamos hacer; comer un helado, platicar de las clases de la secundaria, observar a la otra parejita de pubertos echando pegue como decíamos aquí en el pueblo, y nada, simplemente platicar y darnos un beso esporádicamente. No podía más, todo, absolutamente todo era lo mismo, ¡maldito pueblo¡ lo maldecía una y otra vez. Sí una y otra vez.
-No sé como decirlo Ana, pero creo que te va gustar.
Imaginé de todo, desde una caja de chocolates hasta un oso de peluche con el corazón de un te amo, pero un dibujo de una estrella de cristal, ¡jamás¡ , que tontería. Sí, eso pensé cuando otra vez volvía a poner el dibujo dentro del sobre rojo. Sólo sonreí por compromiso y dije: gracias me gusto mucho.
A esa edad ya era una maldita interesada, pensaba que siempre me merecía lo mejor y Mario me decepcionó bastante con ese dizque regalo. Siempre me daba lo mejor y yo era una maldita presumida.
- ¡Que porquería¡, ¡cursilería barata¡ , voy a terminar mañana en la hora del recreo con él ,yo no merezco eso, pues que se cree.
Pasaron cuatro años y yo seguía igual de interesada, solo quería salir con los mejores chicos del pueblo. Cuando veía a Mario con otras chicas me daba una rabia tremenda, se había puesto tan guapo, indudablemente mejor que antes. Siempre recordaba de su último detalle y la manera tan insolente que lo terminé y pensé que nunca me iba a perdonar. Con el tiempo me di cuenta que fui una tonta, al dejar a un chico como era él, tan detallista y caballeroso.
12 de Agosto de 1980, saliendo de la preparatoria mis amigas y yo salimos del pueblo a dar la vuelta y tomar unos tragos, ya después solo me recuerdo en esta silla de ruedas, con los comentarios aislados que la gente dice, que yo, soy un milagro, pues todos murieron y yo fui la única en sobrevivir.
Cuando desperté y empecé a comenzar mi vida en casa de mis padres, los días transcurrían lentos como nunca imaginé, preferiría esas noches de helado y platicas de novios adolescentes. Estaba atada a una cama y después a esta silla de ruedas. No reconocía a nadie, ni siquiera lo hice cuando Antonio, quien fue mi novio antes del accidente venía por lastima a verme. Las tardes de Abril eran insoportablemente calurosas, me ponía a ver fotos, cartas, afuera del balcón como ejercicio para recordar todo lo que era, para recordar quienes eran.
Cuando abría el sobre que contenía el dibujo de Mario sentía unas inmensas ganas de llorar, pero no recordaba su rostro en ninguna fotografía y él en todo ese tiempo nunca fue a verme.
Esa tarde, mi madre sigilosamente entró a mí recamara y me entrego un sobre rosa y este decía:

Después de viajar por un tiempo alrededor del mundo, no puedo negar que aunque me hallas roto el corazón, siempre te ame y lo seguiré haciendo ¿Te quieres casar conmigo?
De primero no lo reconocí, pero ya con el tiempo me di cuenta de quien era, y veme ahora, nos amamos como nunca imagine.
Cuando tengo oportunidad de visitar a mi hermana siempre me repite estas pasadas líneas, me contengo las lágrimas de una manera impresionante. A veces, me distraigo cuando me trata de platicar, cepillo su cabello largo y observo su retrato de pequeña en el buró y regreso a la mitad de su quimera quebrantada.

11 mayo 2009

MIENTRAS EXISTA UNA CHISPA DE LUZ... HAY OPORTUNIDAD DE ALCANZAR EL TIEMPO (Por: Blanca Dayanne Castro)

“No te preocupes tanto, aunque crezcas puedes volver a imaginar, solo tienes que encontrar una estrella de cristal, que con sus rayos ilumine todas las posibilidades y entonces viene la parte difícil: dejar libre a la fantasía.
Los hombres cometen el error de dejar de soñar y su universo se vuelve tan vacío que es imposible siquiera tener un rayo de esperanza”

CIRCO - Por: Magnolia Flores Tapia



Estaba deprimida cuando regresé a ese lugar. Sería insensato dar una razón exacta el problema primordial es que estaba deprimida y antes de dejarme caer volví a ese lugar, a la casa de mi abuela materna, donde tantos y tantos días libres pase. Mi madre iba ahí cada que podía, cada día de descanso y todas las vacaciones. Era un pueblo pequeño y tranquilo, tenían una hermosa y amplia cabaña muy cercana a un bosque con un arroyito, esa precioso ese lugar, en cuanto llegué respiré el aire fresco y la tranquilidad. Mi abuela era irlandesa, llegó al país cuando era niña y es por eso que siempre ha tenido historias fantásticas que contarme, a veces caminábamos por el bosque y era más fácil imaginar a las hadas, duendes, gnomos, elfos y demás criaturas que protagonizaban sus historias.
Eran días encantadores, pasaba tiempo con los abuelos, dormía y comía muy bien, caminaba por e sobre todo por ese bosque tan maravilloso, leía algunos libros, dibujaba… en fin, todo era tranquilidad, iba mejorando, no del todo aún pero sentía que algo dentro mío iba cambiando poco a poco.
Fue una de las primeras noches de mi estancia en ese lugar que algo extraordinario sucedió. Me fui a dormir temprano, leí un poco y después apague la luz. Silencio total. Por la ventana estaba viendo las estrellas y la luna hasta que me quede dormida y empecé a soñar.
Iba caminando por el bosque iluminado solamente por la enorme luna llena, no tenía miedo, solo caminaba. Conforme más andaba se veía una luz, más bien un resplandor que después de unos cuantos pasos más vi que el resplandor provenía de un circo, grande y extraño… aunque muy colorido.
Me fui acercando poco a poco y lo que pude ver ahí no era un circo como todos, ni los espectadores eran como los conocemos, sino, todas esas criaturas que alguna vez me describió mi abuela en sus cuentos. Caminaba lento, mirando hacía todos lados, observando a mi alrededor, lo que se vendía, quienes paseaban y al parecer yo tampoco pasaba desapercibida, me miraba atentos, sin quitarme la vista de encima, era sorprendente y bochornoso a la vez.
Me dirigí a la puerta de entrada al circo, iba caminando entre toda la gente que también iba a entrar, la curiosidad me fue llevando y lo primero que pude ver adentro de esa carpa reluciente fue maravilloso, estaba entusiasmada, hacía tanto que algo no me causaba tal estupor del cual solo me sacó un apretón muy fuerte a mi brazo para evitar que siguiera caminando. Era un tipo alto, calvo y con una tupida barba roja. Me indicó de manera muy poco amable que no podía pasar y me aventó del brazo hacía afuera del lugar. Me quedé sorprendida y quieta, solo mirando. De pronto apareció un chico elegantemente vestido, sin duda pertenecía al espectáculo. Era alto, de cuerpo atlético, cabello negro y estrafalariamente peinado, un poco de maquillaje sobre su piel en extremo pálida y sus orejas eran puntiagudas.
El chico le dijo algo a quien me había sacado y después se dirigió a mí. Se disculpó amablemente y me ofreció su brazo para escoltarme adentro del lugar. Tomé su mano y en silencio me dejó en un lugar preferencial muy cerca de la pista y se fue. Era trapecista… parecía que volaba. Todo en esos actos era espectacular y fuera de este mundo. Todo era muy colorido, brillante, más que en ningún otro lugar. Además de que estaba lleno de seres fantásticos. Hermosas hadas, gnomos de grandes barbas, duendes graciosos y los olores que flotaban en el aire iban de lo dulce a lo floral.
Al terminar el acto y tras dar las gracias todos empezaron a salir, yo me quedé ahí esperando un poco y el mismo chico que me había permitido entrar llegó y me saludó. Estaba frente a mi… me enseñó sus manos vacías y con un gesto me indicó que esperara, ocultó atrás sus manos y ¡sorpresa! Una flor bellísima apareció ante mis ojos en sus manos… - también soy mago - me dijo mientras sonreía ante mi cara de asombro un tanto ruborizada.
Platicamos un rato, me dijo que su padre era el dueño y presentador del circo. Él prefería volar. Me habló también de todas esas maravillosas creaturas, comimos algunas golosinas deliciosas que jamás había probado antes. Me sentía como Alicia en el país de las maravillas, rodeada de cosas grandiosas, de colores, sabores y olores que jamás hubiera imaginado que existían.
El sol parecía que saldría y él debía retirarse, podía estar bajo la luz de día, pero era una creatura nocturna. Yo también debía regresar a casa, aunque todo fue tan relajante, maravilloso, sin igual. Él se paró frente a mi y me dijo – quiero darte algo antes de que te vayas - cerró su mano derecha y la otra la pasó por encima de está como dibujando un circulo en el aire y al abrirla una pequeñita estrella de cristal muy brillante apareció en su mano.
Se puso detrás de mí y con una cadenita que fue apareciendo poco a poco la sujeto a me la puso, era una estrella preciosa y una gargantilla hermosa y delicada la sujetaba de mi cuello. Al momento de despedirnos besó mi mano tiernamente y me llenó de algunas recomendaciones – hubiera preferido estar aquí siempre contigo, pero, vuelve cuando quieras, yo aquí te esperaré y no dudes en llamarme ante alguna necesidad, si vuelves solo di que me conoces y nada te pasará. No me olvides nunca por favor – Hizo una reverencia y yo levante mi mano para decir adiós. En ese momento un frío intenso recorrió mi cuerpo… la ventana estaba abierta, yo estaba en mi cama y… la estrella de cristal estaba colgada de mi cuello.

10 mayo 2009

Una ventana abierta (Jonathan Mata)

A mi fiesta de cumpleaños vino mucha gente, en su mayoría familiares y vecinos, ¿amigos? solo tengo una y por su puesto estuvo presente. Entre los regalos encontré un suéter, un par de bufandas, chocolates y un libro, pero el más especial venia de mi abuela aunque había muerto hacia 17 años. Mi madre tenia la tarea de darme una pequeña caja de madera en mi cumpleaños 18, mi abuela se la había entregado un día antes de ser llevada al hospital, de donde ya no salio, le dijo que se me la entregara justamente a los 18 porque hasta entonces podría comprender la trascendencia de su obsequio.

Abrí la cajita en presencia de todos los invitados, el regalo era una cadenita dorada con una estrella de cristal, debo confesar que quede decepcionada, esperaba algo… diferente. Mi madre me puso la cadenita en el cuello ante la mirada de todos, parecían incómodos por mi reacción negativa, yo intente seguir normal hasta terminada la reunión, sentía ganas de llorar, mas por la decepción que por lo emotivo, pero sostuve el llanto hasta estar sola en mi habitación. Al estar sentada en mi cama me arranqué del cuello la estrella y la arroje al suelo, me hubiera gustado pisotearla pero algo me lo impidió, un mareo, una presión en el pecho que me llevó a recostarme. Desperté a las 2 de la madrugada con mucha sed y a la orilla de mi cama estaba sentada una mujer, no sentí temor, era familiar, de inmediato supe que era mi abuela.

Me senté junto a ella y pude ver la estrella adornando su pecho, ella me miro y sonrió, yo me sentí realmente apenada por mi reacción hacia su regalo, y trate de evitar mirarlo más. Mi abuela se puso de pie y dijo – Alguien te quiere conocer. La puerta se abrió y ahí estaba un hombre, joven y apuesto, entró y dijo que no era posible ser tan joven y ya ser abuelo, y aunque tuve muchas ganas de abrazarlo no parecía posible hacerlo, Permanecí sentada escuchando a mis abuelos contarme la historia de su vida, supe que mi abuelo murió de 38 años en un accidente naval, mi madre se negó a contarme esa historia argumentando que era pequeña y no recordaba como había pasado.

A veces quisiera no haberme arrojado por la ventana de mi habitación al terminar la fiesta o haber recibido dinero en lugar de una maldita estrella de cristal.

01 mayo 2009

Desde Quito (Marcela Dávila)

Los días se habían ido rápido… desde su llegada a Quito no había dejado de buscar paisajes que le inspirasen nuevas y grandiosas fotografías que se dispondría a exponer a su regreso a Sidney, fecha que no se encontraba a más de un mes de distancia.
Habiendo transcurrido ya más tres meses, había logrado familiarizarse con el calor característico de la Amazonia y con los aromas provenientes de tan exuberante tierra lejana, aunque su dieta se había modificado considerablemente por los días que llevaba internada en la selva, en exclusiva compañía de un par de nativos a quienes había pagado para fungir como guías durante unas semanas, se sentía cada vez más atrapada por el universo en el cual se adentraba con cada paso y como si se tratase de un imán, era invadida por el deseo de continuar cada vez más adentro.
Las noches no eran más que proyecciones de un mundo al cual en su hogar jamás hubiera tenido acceso, allá lejos… en la bella Oceanía, la incógnita de un pensamiento se elevaba de vez en cuando en su nombre, y desde esas tierras, con destino al Ecuador presente para dirigirse a ella. Esporádicamente Alicia se levantaba con la ilusión de un pequeño silbido en su oído que surgía entre las 2 y las 3 de la madrugada.
Afortunadamente no existía nada que la calmase mejor que un té de raíces preparado por los nativos al cual ya había comenzado a crear cierta dependencia, sustituyendo su antigua taza nocturna de café por el pocillo hirviendo que llevaba en su interior la suculenta bebida tropical.
Una tarde en la que trataba de atrapar con la lente de su cámara el atardecer Amazónico perfecto, mientras navegaban en una pequeña balsa, comenzó a caer de los cielos cargados de nubes grises, una llovizna vespertina. Los nativos sugirieron a la joven detener la sesión fotográfica del día por el riesgo que podrían llegar a correr si la lluvia arreciaba.
Convencida de que el peligro que le planteaban no era real , decidió seguir dando marcha a la empresa mientras disparaba una y otra vez las tomas de lo que estaba convencida, representaría su gloria fotográfica y su mejor trabajo realizado jamás.
Inundada por los deseos de gloria y fama, se dejó arrastrar por aquel río insondable que pronto, y gracias a la lluvia, se había transformado en un salvaje terreno de cuyas garras no parecía haber salida. Los nativos luchaban incesantemente contra la corriente que era cada vez más veloz, y en sus intentos por dominar la dirección del bote motorizado, sólo obtenían adentrarse más en las ondas que iban y venían, movidas por el espesor de la corriente que no dejaba de crecer… en esos instantes, Alicia se supo llevada a la deriva por un monstruo que la sobrepasaba, una corriente en la que siempre había estado, pero a la que nunca creyó capaz de ejercer dominio sobre su persona.
El bote seguía descendiendo abruptamente por el río , cuando una roca colapsó con éste y se volcaron en lo que sin duda representaría el fin. Las imágenes del atardecer tomadas instantes atrás, se repetían una y otra vez en la mente de Alicia, que sin necesidad de esforzarse viajó por un segundo hacia ese pensamiento incógnito que de tanto en tanto la buscaba en la lejana y bella Australia a la que tanto quería y que sin duda extrañaría.
Las 3:23 de la madrugada… una suave brisa entraba por la ventana de la tienda de campaña y su frente sudaba intensamente, el calor era tal que parecía estar entrándole hasta los huesos. El bote se había ido, las olas también y su cámara yacía sobre su mochila en una esquina de la tienda de acampar… buscó con la mirada el termo que contenía la bebida de raíces, todo había sido una pesadilla… Poseída por la fiebre amarilla, Alicia tomaba el té preparado por los nativos, con la esperanza de que aquello fuere también un simple sueño como los que tenía cuando niña.
Esa noche su aliento se desprendió de ese cuerpo extendido bajo una tienda de campaña a mitad de la Amazonia y abandonó el Quito al cual había llegado meses atrás, para dirigirse a las playas de su hogar y dar el último adiós a un pensamiento procedente de su eterna Oceanía.