01 marzo 2010

ESPECTADOR DEL MORBO ÈL O ELLA (Minerva P. Bañuelos Cárdenas)


Comenzó el protocolo en aquél café de intelectuales. Las pocas personas que se dieron cita a la presentación de libro de la “mujer”, mentían. En algunas miradas irradiaba la envidia, casi estoy segura que eran sus ex compañeros de la licenciatura en Letras Hispanoamericanas; otros se mostraban falsamente amables, aparentemente despreocupados, pero en sus cerebros, aseguro que reventaban constantes reproches por no ser ellos quienes estuviesen platicando su experiencia de escribir un libro, y más aun, por la osadía de publicarlo. También llegaron, unos cuantos turistas de exposiciones culturales de improvisto al evento; el resto de ese conjunto de individuos, eran los paracaidistas del entremés, que buscaban siempre la manera de tomar alcohol aunque fuera en porciones diminutas y aunque a veces , se vieran sometidos a tomar vino tinto con bocadillos gourmet, que no eran de su agrado. Pero siempre se aguantaban y se los tragaban, porque todo ese festín era gratis y sólo a eso iban. Y en medio de ese espacio, la “mujer poeta”, se sentía sola. Cuando el maestro de ceremonia le cedió la palabra, para que explicara al público el por qué de cada verso en sus poemas, ella se mostraba indiferente, seria; forzaba su boca para recrear el movimiento de la elocuencia de su discurso, su mirada se veía posicionada en un puntito infinito del universo, sus oídos estaban sordos de toda adulación; pareciese que los focos incandescentes se hubieran cambiado por una luz azul para mostrar su cuerpo congelado. Ni siquiera buscaba entre las primeras filas los ojos maternales, los ojos paternales, las miradas de un cálido orgullo. Era claro que sus padres no estaban allí, tal vez ya habían muerto o probablemente era huérfana ¿Y que había del esposo? ¿Del novio? ¿Del amor humano? ¿Del amante quizás? ¡Ése sí que tendría que estar allí! Él o ella, eran mi única esperanza para que ella buscara entre la afluencia, el júbilo, la celebración sigilosa que le haría cambiar su incomprensible actitud, pero ¿Por qué èl o ella nunca aparecieron? Sí ella le había llorado en cada poema, le había dedicado pedazos de su alma cuando recordaba su perfidia en cada verso. ¿Por qué èl o ella no estaban allí? Después de acabar la ceremonia, me fui disgustada. Caminé de prisa y un bulto en la banqueta me hizo tropezar, volteé para ver si nadie había notado mi desafortunado percance. Recorrí con mis pies ese obstáculo, pero noté que dentro de ese volumen había un montón de papeles recortados y una fotografía de un hermoso mar; detrás de ella, señalaba una próxima exposición fotográfica en el Café Terrestre. Inmediatamente saqué mi agenda y anoté la fecha. Estaba segura que en esa exposición, entendería mejor la conducta del siguiente artista, y que de seguro, los misterios en terrenos de amoríos no estarían tan herméticos como lo fue de la “ mujer poeta”. Y bien, ahora que ya lo sabes ¡Calla! Y no me juzgues. ¡Dime que yo no tengo la culpa! ¿Verdad que me han acostumbrado a que todo acto humano siempre tenga un final? Sí, por eso me fui inmediatamente de allí, porque no había encontrado el desenlace, la clave de la situación, el momento del éxtasis. Yo quería disfrutar de la cursilería en otras personas, ver besos, abrazos, caricias físicas, èsas que me han hecho falta, pero que con verlas, me harían feliz. Sí, me sentí engañada, pues yo siempre había encontrado lo que las cosas pretenden ser. Y aquélla noche no pude.

LAS HUELLAS - (Por: Blanca Dayanne Castro)


Las huellas de cuatro pies se dibujaban en la arena de la playa; si observamos a lo lejos vemos una pareja tomados de la mano, jugando de vez en cuando con las solas que llegan.
No saben cuando pasó, pero ya no se quieren y aunque recordaban esos atardeceres el amor escapó como velero impulsado por el viento…. ¿y ahora qué seguía?... caminando de nuevo por la playa pensando cada quien en sus propios negocios.
La estrellas ya no eran suficientes, ni la luna llena los impulsaba a hacer locuras; simplemente seguían caminando pero las huellas ya no estaba tan juntas ni las olas jugaban con los dedos de sus pies. Habían sido víctimas del tiempo y la rutina y el amor quedó escondido detrás de la lista de pendientes y los víveres para comprar en la semana.
Caminando ahora sin tomarse de la mano, transitando en una banqueta llena de hojas del otoño. De repente ella resbala y él se apresura a tomarla de la mano… sus ojos se encuentran y en breves minutos volvieron a aquella playa donde se enamoraron

IGUAL . (Por: Magnolia Flores Tapia)


Se conocieron un verano que pasaron en el mar, él iba con sus amigos, ella con sus primas… estaban en uno de esos hoteles de 5 estrellas, todo incluido. El flechazo fue inmediato y unos cuantos años después tenían todo lo que suele atribuir la gente a una vida exitosa; una casa linda, coches bonitos, vacaciones una o dos veces al año en hoteles de lujo… aunque, todos sus días eran casi igual.
Despertaban a la misma hora, él se bañaba mientras ella preparaba café, jugo de naranja y revolvía unos huevos o tostaba unos panes para el desayuno de ambos. Desayunaban juntos pero no decían mucho, a veces leían, a veces veían TV, pero la mayoría de las veces solo callaban. La primera frase del día que salía de su boca era “llego pronto” y “que te vaya bien”. Después ella se arreglaba, ponía en orden la casa y se iba su oficina. Ella era diseñadora de interiores y él arquitecto.
Era raro que comieran juntos, aunque se veían en la tarde hasta en la noche, a la hora de la cena era cuando volvían a estar juntos. Resumían su día en unos cuantos minutos de platica, discutían algún tema en común que surgía efímeramente, solo se alargaba la conversación si se trataba de cuentas o compras. Después cada quien a lo suyo y a dormir.
Los fines de semana veían alguna película en casa o en el cine. En algunas ocasiones salían con amigos donde siempre eran (o aparentaban ser) la pareja perfecta, esas 3 eran sus actividades principales de cada fin de semana.
Cuando alguno de los dos salía de viaje ya no existían esas despedidas y bienvenidas efusivas y cariñosas en el aeropuerto. Ya no había detalles, quedaban pocas risas y esporádicos besos. Todo parecía dar igual.
Hasta que una mañana salió de la rutina, era de esos días que no había lectura ni TV, solo silencio, silencio que fue interrumpido por ella quien después de tomar un trago de jugo dijo pasivamente – creo que debemos separarnos. Él terminó de tomar un sorbo de su café, dejó la taza, observó su reloj, se puso el saco y dijo – eso mismo estaba pensando. Tomo su maletín y salió de la casa. Ella recogió los trastes y siguió con su rutina. No hubo lágrimas, lamentos o cosas similares. Todo siguió igual.

EVOCACION A UN HORIZONTE ROJO - (Por: Loscar Fandiolis Agraz)

Desperté; recuerdo el viento moviendo mis apenas 100 cabellos de un lado hacia el otro rosando mi rostro y a veces dejando ver parte de mi frente; el agua, limpia y verde en su vaivén taciturno, me acariciaba los pies y empapaba los sueños que me dejaste sin razón. Hace dos días que estoy sin ver la luz, desde que desapareciste, el sol se niega a salir, y el mar reflejando la luna ya no es romántico si no estás tú a mi lado para contemplarlo.

Otro día mas, otra luna, cada vez más oscuro se torna mi pensar; he deseado tantas veces salir corriendo y entrarme al agua para que me trague por completo, y encontrarme contigo, con tus recuerdos que tirados por la borda; Ojala pudiera ahogarme en mis propias lagrimas, que son tan vastas como los mares en el cielo y tan hondas como el cielo en el mar; pero soy cobarde, por eso te perdí....

Sigo buscándote, camino vagabundo entre la gente recorriendo el malecón de un lado a otro, algunas veces me parece verte en los brazos de otros amantes, disfrutando de la vida, dando vueltas alrededor del mundo con los ojos cerrados en perfecto éxtasis; sería imperfectamente inútil pronunciar tu nombre; soy un mudo frio desde el día que te marchaste montada a pelo en el unicornio anfibio del placer inmenso que nos da el amar.

Cerré los ojos y recordé que me gustaba soñar:

-Yannel, amor. Estas despierta….

-si, dime.

-me das café, quiero yo despertar.

-¿Despertar de que?, no dijiste que preferías cerrar los ojos y no enfrentar mas las realidades porque te parecían mórbidas.

-no dije mórbido, quizá obsceno; y no es la realidad, prefiero el mundo onírico, es tan mágico como tu cuerpo, ya no quiero café, quiero tu piel. Regresemos a soñar.

-siempre viviendo de sueños Horacio, cuando vas a madurar.

-……

-estoy cansada de esto, yo sigo creciendo y ¿tú?, sigues siendo lo mismo.

- Yannel, tu eres una niña que juega a ser adulto. Yo soy un adulto que adora ser un niño.

-Horacio….

Te esfumaste, fuiste como el viento, que nunca se queda, solo pasa y no se ve, mi libertad te encadenaba.

Hace trescientos y dos días que te espero, se perfectamente que no volverás, pero no me queda mas propósito para la vida que pensarte; te he idealizado como agua del mundo; tan amarga como salada, tan llena de vida, tu eres el mar, mi mar; y solo ahogándome en tu ser he de volver a estar contigo. Abrázame con tus olas y devórame.

Esta amaneciendo. El sol por fin ha regresado y esta clareando el horizonte, el mar y el cielo son de nuevo una misma cosa, como tu yo lo fuimos ayer, hace tiempo y primavera, a mi me toco perder esta vez, el amor es como las olas del mar, se encuentran en un vaivén constante, y si uno va de tras de él, te golpea hasta dejarte noqueado.

Donde quiera que este; recordare el dolor que me causo tu partida, tú no eres mi mar, ni mi sol ni mi nada. Tú eres el mayor amor que no he tenido

17 febrero 2010

HOMBRECILLO ( por Minerva P.Bañuelos Càrdenas)


Aún no puedo concebir la ingeniosa estupefacción que me atrajo ese ser humano.
Estaba desilusionada por no encontrar esencia autentica en los individuos; por no sentir una excitación imperante en el momento de querer conversar con alguien; por no vibrar de emoción para poder inmediatamente, caminar por la urbe y poder perder la noción del tiempo.
En una tarde lluviosa me esperaban el tiempo y el espacio, una sorpresa…
Salí de la biblioteca pública, iba sosteniendo un paragüas de segunda; regalo de mi abuela Lola de su viaje a Los Ángeles. Me sostenía firmemente a él, para no caer entre los inmensos charcos encapsulados. Mis pies estaban como paletas en el freezer, me exigían una calurosa guarida. A la siguiente cuadra, me encontraba en un café tradicional de la ciudad; siempre que pasaba por allí, sentía la inmensa curiosidad de sentarme a observar a los dinosaurios sabios. Sin embargo, todo el tiempo tenía algo en mente para hacer y, nunca me lo permitía. Ese día ya había llegado. Abrí la puerta grisácea y crucé la frontera etárea. Pensé que alguien se sorprendería, que algún individuo me vería con resentimiento o lástima. Pero no. Todos estaban concentrados en sus libros, en sus periódicos, en sus conversaciones intelectuales, en sus tertulias. Todos cantando unánime una misma melodía. No había tiempo para voltear a ver a una jovencita con los zapatos ahogados por las melancólicas lágrimas de las nubes. No existía la posibilidad de importarles ver mi vestuario excéntrico, combinado con un cabello abultado de escopeta. Yo era un ente más, que osadamente se arriesgaba a olfatear: ropero añejo con libros húmedos, fusión de colonia de aramis (regalo quizás de sus nietas) con cigarrillos delicados. Tal vez pensaban que la juventud no tenía nada de extraordinario, que por lo contrario, la esperanza de crear movimientos intelectuales revolucionarios, se habían mermado por la falta de crítica y reflexión. Aunque indudablemente, ésa, no era toda nuestra culpa, y dicha suposición me entretuvo unos minutos parada frente a la barra de la maquina de expreso. Empecé a analizar el por qué de la ausencia de las frescas mentes, deduje, que tal vez aquí no hablaban el mismo lenguaje y que probablemente ellos eran culpables de nuestra apatía, puesto que, no compartían su conocimiento más que con sus contemporáneos, y que de todas las veces que pasaba por allí, ni un letrero escrito en letra bastardilla incitaba a la dormida sociedad para acercarse a un círculo de estudio o conversación que ellos hacían. Porque si bien, Aristóteles dijo algo cierto: “todo aquello que de imitar al ser humano, extrae un placer cuyo gozo es connatural a su carácter, así como también su mero gusto por aprender”. Y por lo consiguiente, me parecía que también ellos se habían encerrado en un paradigma, al creer que todos éramos iguales y no sentíamos la inquietud de buscar conocimiento. Eso los convertía en intelectuales egoístas e inmovibles parásitos, que pensaban que la gente importante, solamente había surgido en los pasados siglos y que un posible aparecimiento de grandes ideas, era una superflua utopía.
Dejé a un lado mis sigilosas inferencias y ordené una taza de té de paciflora, mientras mis pensamientos seguían multiplicándose. Después de depositar dos cucharadas de azúcar a mi bebida. Algo intrigante sucedió, parecía como si el fantasma de la ópera se hubiese apoderado dentro del café., se apagaron los focos y apareció una luminosidad cenital, en la última mesa de la hilera lateral. Alguien en la lejanía de la ínfula intelectual, estaba reposando su masa corporal en un sillón deshilachado color cobre. La diáfana luz me permitió distinguir unas pálidas manos que sostenían un tazón de café. En un repentino movimiento, su rostro fino permaneció fijo hacia mí; sus ojos pequeños, ocultos entre sus anteojos de fondo de botella me observaron sin recelo, de lo contrario, sentí que me habían visto unos cuantos segundos con cierto aire de indiferencia y luego, volvió a plasmar sus labios delgados en la superficie de porcelana. Tenía una tez clara, su camisa color verde seco se reflejaba en sus lisas mejillas, su pantalón amarillo paja combinaba con sus botines color caquis. No tenía nada diferente que hiciera reírme discretamente de él, excepto de su cabello teñido por un tinte corriente del supermercado, creo yo, que lo hacía para ocultar sus plumillas de nieve y contrastar con sus perlas amarillentas desacomodadas por falta de un tratamiento odontológico. ¡Ja! Y s u compacto cuerpecillo como el de una maleta vieja. Pero estas características eran comunes entre los transeúntes de la ciudad. No existía visualmente una rareza que sobresaltara mi curiosidad. Sin embargo, me inquietaba su obvia timidez y su despiste genuino. Ese ser vivo, irradiaba una singularidad inexplicable, y yo por fin estaba en lugar y el espacio para descifrar dicha seducción. Sí, de aquél hombrecillo.
CONTINUARÀ, TAL VEZ...

16 febrero 2010

LO MÁS RARO QUE ME HA PASADO... (Por: Magnolia Flores Tapia)


Era uno de esos días, de esos que seguramente ustedes también han tenido, no creo ser la única. De esos que parecen ser grises.
Tras una mala noche a causa de no sé que, desperté sin muchas ganas de levantarme de la cama, pero tampoco tenía muchas ganas de permanecer en ella, así que me levanté. Puse música para tratar de animarme un poco y no funciono, me estaba alterando, así que, prendí el televisor, solo para que hubiera ruido porque realmente ni recuerdo que estaban diciendo los conductores del programa.
Me duché, me arregle, desayuné más por no tener el estomago vacío que por hambre y salí de mi casa. El trabajo estaba escaso para una fotógrafa freelance como yo, de hecho, últimamente solía preguntante a menudo “¿por qué no habré estudiado algo más útil?” como muchas veces me habían dicho mis familiares. Amo la fotografía, pero realmente estaba dudando en sí estaba en el camino adecuado, gritaba por una señal que me indicara lo correcto.
Aún así, aquel día me llevé mi cámara y traía la idea de imprimir algunas fotos, mientras pensaba me gustaba tomar fotos, disparos al azar, sin mucha técnica, solo por robar momentos e imágenes de personas, animales, cosas, lugares. Aquel día de verdad tenía mucho que pensar, me sentía estática, atrapada, dudosa y hasta con ese miedo que provoca nervios y ansiedad casi extrema.
Fui a dejar las imágenes que quería imprimir, y caminé y caminé mucho con mis audífonos y mi cámara a pesar de que me sentía una zombie todo transcurría normal, hasta que se hizo el momento de ir a recoger mis fotos, estaba ansiosa. Cuando las vi me provocaron una sonrisa, e iba caminando sin despegarles la vista cuando choqué fuertísimo con alguien y mis fotos se esparcieron todas, las junté rápidamente y solo faltó una que la tomó otra mano. La mano de quién choco conmigo.
Era un chico, vestía todo de azul, en diferentes tonos, pero azul en total, pantalón y chamarra de mezclilla y playera de algodón. Miró la foto por largo tiempo; era una de mis favoritas, un tren en medio de la nada con un atardecer de fondo, de esos con tonos naranjas, rosas y lilas.
Nos levantamos casi al mismo tiempo, pero él siguió viendo la foto, hasta que levantó la mirada y vi sus ojos, eran azules, los más azules que había visto en mi vida. Cuando me miró sentí una paz impresionante. Preguntó si la foto era mía y me pidió que se la obsequiara, al parecer le había gustado mucho. Yo acepté pero a cambio de tomarle una foto… él aceptó pero con la advertencia de qué podría tomar solo una.
Tome la fotografía, él agradeció la foto y después dijo con una voz tiernamente envolvente… “vas por el camino correcto, pues el correcto no es el que está exento de dolor, sino, el que te ayuda a soportarlo, el que te hace sortear obstáculos y seguir adelante”. Después de decir esto besó mi mejilla y una sensación de tranquilidad y bienestar me invadió. Se despidió con la mano y le dije adiós igual. Me quedé parada y él caminó, yo lo seguía con la mirada, hasta que sentí que vibró mi celular, al distraerme en mirarlo y volver la mirada al chico ya no lo vi, lo único que apareció en ese momento fue un delicioso y muy dulce aroma como a bombones, bastante intenso y que tardó un momento en dispersarse. Después de eso, me invitaron a exhibir en una galería. Y ha sido lo más raro que me ha pasado.

¿ME HAS SOÑADO? - (Por: Banca Dayanne Castro)


Eran las 5:34 de la mañana cuando subí al tren, justo antes de que partiera; estaba tan cansada que me acomodé en la primera cabina que encontré y me quedé profundamente dormida con el vaivén de las vías y el humo de carbón delineándose en el horizonte.
Cuando desperté había un hombre sonriente enfrente de mí y yo para evitar el primer contacto miré a la ventana para observar el sol ocultándose. El paisaje avanzaba pero cada que volteaba él seguía sonriendo mirándome con unos ojos azules infinitos hasta que la noche se adueñó de la cabina y entonces me confesó que durante 40 años me había soñado, en un sueño raro habitado por duendes que danzaban en una playa desierta.
Yo solo podía ver el reflejo de la luna en sus ojos, pero el tono de su voz me tranquilizaba mientras me imaginaba vestida con un vestido blanco, acompañando a la coreografía poco ensayada de esos duendes extraños.
El tren nos llevaba cada vez más cerca de nuestro destino y me contaba que de chico hacía dibujos de mi rostro, sacó un cuaderno amarillento para mostrármelos y nuestras manos se rozaron produciendo un escalofrío. En esos dibujos aparecía yo en mis diferentes etapas de vida, creciendo con sus sueños…
- Y tu preciosa ¿me has soñado alguna vez?
Yo recordaba vagamente esos ojos azules y me recargué en su hombro para soñar juntos, celebrando con los duendes, con el tren llevándonos al amanecer de un nuevo día

01 febrero 2010

EL FIN DE LA ERA - (Por: Magnolia Flores Tapia)



Este inicio de año fue diferente a los anteriores, ¿de qué forma?, realmente no sabría decirlo, solo que es diferente. Son cosas que uno simplemente siente y realmente nada de lo que he sentido a lo largo de los años ha sido equivoco, para bien o para mal.

El aire se sentía diferente, el ánimo de las personas se sentía diferente, el clima no es como el de años anteriores, es como si algo nos quisiera ser comunicado, como si hubiera una señal de alarma constante, un eterno foco rojo parpadeante, que a cada momento dice “cuidado”, como si algo fuera a pasar.

El clima e cada vez más extraño, no son malos los cambios, pero este sí es como una advertencia, los animales se extinguen y las personas… las personas son cada vez más desconfiadas, más individualistas, se la pasan llorando por los rincones y diciendo que son incomprendidos pero cuando alguien les tiende la mano suele echarlo todo a perder, se aprovechan, se burlan, dudan, todo lo ponen a prueba. No sería mejor aceptar cuando se necesita algo y aceptar ese algo cuando alguien nos lo brinda, ¿por qué siempre buscamos el camino difícil?

Ahora ya todo el mundo gira en torno a un solo Dios, ahora sí, después de todo, la humanidad puede presumir que comparten un solo culto… el dinero, ese Dios es el único capaz de solucionar problemas, mejorar vidas, secar lagrimas y provocar sonrisas. ¿Cuánto dinero tienes?, ¿cuánto ganas?, ¿tienes cuenta en el banco?, ¿cuántas tarjetas de crédito tienes?... todo se transforma en ¿cuánto tienes, cuánto vales?, ahora es cuando un bien material pesa más que una risa, que un abrazo, que un atardecer o una estrella.

Ya todo el mundo comienza a oler a podrido, no hace falta que el mundo se acabe con catástrofes para morir, a veces creo que todos en el mundo ya estamos muertos desde hace años. Morimos cuando se nos olvida sonreír, seguimos andando como muertos vivientes y ya después solo nos entierran para hacernos polvo. Tantas obligaciones, tanto pendiente con el tiempo y el dinero nos han hecho muertos vivientes grises, grises tal cual, sin ningún matiz.

Realmente lo único que pasará, es que el mundo como lo conocemos ya no funcionará más y me alegro por eso, desde hace tiempo he sentido que todo esto tiene que acabar ya y afortunadamente eso es lo que presiento, todo cambiará, esta podrida era al fin parece que se acabará, espero que realmente este cambio venga para mejorar.

Esmeralda se acomodó el cabello, levantó su mirada, secó las lágrimas que habían estado derramando sus enormes y hermosos ojos verdes y salió de la tienda donde en lugar de leerle la mano a aquella misteriosa chica había mantenido una extraña plática.

LA VERDAD (Primera y única profecía de Rantes Cachemira) Editor y corrector de estilo: Carlos J. Castro

Permítanme penetrar en las viscosas mentes, en las secas, en las polvorientas, en las líquidas, en las patéticas, en las geniales. Permítanme por su bien y el de sus hijos, nietos y por la paz de su abolengo.

Les prometo que vibro hasta sus ojos asqueado de sinceridad. Nauseabundo porque hablo con tanta verdad, una verdad objetiva y esto no está hecho para los hombres, solo para un teofago.
¡Deténganse! Interrumpan la cascada. Solo necesito de un destello de su perdida y deficiente atención. Ya después decidirán si vuelven a su país de las maravilla, heredado a vuestras mentes desde la teta de su madre. Sí, porque la mejor manera de contagiar el pavor es por entre las fauces.

Primero les diré lo que no ocurrirá.
1. No se caerá el cielo.
2. No hervirán los lagos y charcos, ríos y océanos.
3. La tierra permanecerá inmóvil, imperturbable.

¡Los jinetes murieron ya, hace muchos millones de años!

¡De dios solo quedan sus torres, castillos y elefantes de oro!

¡Deja de saltar y aplaudir y mira la calavera del que ya no te puede cuidar, del que ya no sabe tu pasado y futuro!

¡Crece!

Tu especie ha echado raíces. Tu mentira también.
Demente, escaso de memoria, así seguras. ¡Esto SI ocurrirá! ¡Seguirás desangrando el útero de tu madre! ¡Seguirás perdiendo tu tiempo! ¡Seguirás desperdiciando las vidas de tus hijos! ¡Y tu delirio aparentará no tener fin! … Claro, al menos de que te sueltes y dejes su aroma planear como papalote.

15 enero 2010

EXTREMOS - Por: Magnolia Flores Tapia



¿Qué tan lejos estamos de lo que tanto odiamos?... dicen que odio y amor están en la misma línea recta, a la misma altura solo que en sentido contrario, que son lo mismo pero en distinta dirección. Nunca creí que cosa tal fuera del todo cierta pero a estas alturas siento que me he tenido que tragar mis palabras.
¿Realmente se puede amar y odiar a la misma persona?, siempre decía que no, que o era amor o era odio, pero no ambas, o se ama o se odia, cómo podría amar a alguien a quien he detestado, puedo dejar de odiarlo, por meras buenas vibras, pero de ahí a otra cosa faltaría mucho. Me comí mis palabras, mis pensamientos y mis conclusiones como si fuera una sopa de letras servida en frío y sin tener ganas.
“Del odio al amor siempre hay un paso” me dijeron mis amigas burlescamente aquella tarde que llegué quejándome y a punto de colapsarme a causa de un “tipo” – como lo llamé aquella vez – que se la pasó haciéndome la vida de cuadritos un día antes durante todo el trayecto a mi casa y que para colmo se estacionó en mi cajón de estacionamiento y que al parecer resultó ser el nuevo vecino.
En poco tiempo se convirtió en la persona más odiosa que conocía o hubiera conocido antes, se la pasaba cometiendo errores intencionales en mi contra y ni siquiera se disculpaba, era un cínico.
Realmente no lo soportaba, pero ah el destino, Dios, la vida, o como quieran decirlo, aquel día se iba a divertir conmigo, al llegar al departamento lo vi, sí, lavando su auto, por primera vez no se había estacionado en mi lugar y noté algo diferente… no traía sus gafas oscuras de siempre, pude ver sus ojos, eran hermosos y quedé totalmente perdida.
A partir de ahí lo único que odiaba era que él seguía siendo igual de odioso y yo ya no era la misma, pensaba en esos ojos, en su voz, en sus manos… odiaba esa intranquilidad de sentirme atraída y nada correspondida. Era increíble que una persona pudiera llevarme al borde de una locura incomprensible, podía llevarme a esos dos extremos; seguridad y celos; llanto o carcajadas y era algo que en mi interior sucedía provocado con su sola presencia. Mi interior era un caos hasta que en una de esas peleas cuando yo justamente comenzaba a percatarme de el daño que me empezaban a hacer ese tipo de riñas que antes casi disfrutaba, él sonrió de la nada con una ternura capaz de derretir al hielo... y me besó

ENCUENTRO - Por: Blanca Dayanne Castro

Inténtalo, repite muchas veces su nombre y verás que no tiene significado. Pero no lo repitas rápido, haz una pausa y reflexiona… vamos, no me creas e inténtalo.
Si, se puede odiar a una persona por el solo hecho de cómo camina, ver cómo entra en esa casa vieja estilo francés y envidiar su vida. Imaginar cómo son sus comidas rodeado el lugar de antigüedades caras. Odias que pueda dormir en una recámara 10 veces más grande que la tuya y despertar admirando los jardines llenos de malvas.
Y para colmo ni si quiera voltea a verte, sientes que se te sube la bilis cuando arranca en su automóvil del año dejando tras de sí una oleada de perfume… de regreso pasabas por ahí y escuchaste un llanto; te impresionó que pudiera estar triste con una vida tan perfecta así que te sientas a su lado y sus ojos te cambian la vida.
Desde entonces se besan en cada cuarto de la casa, detrás de las malvas pasean tomados de la mano y su nombre entonces adquiere sentido en tu vida

ASÍ ES... ESTAMOS DE VUELTA...