31 julio 2009

AMAESTRANDO TIGRES Y MIEDOS PASADOS (Por: Blanca Dayanne Castro)

¡Señoras y señores, niños de todas las edades, con ustedes, Armando, el magnífico!
Y luego salían mis tigres, se acomodaban en unos taburetes, salía con mi traje naranja con rayas azules, hacía una reverencia al público… pero esa tarde me quedé helado 5 segundos cuando vi una criatura casi perfecta sentada entre el público observándome con unos fantásticos ojos color miel.
El rugido de un tigre me devolvió a la tierra y lucí mis mejores movimientos volteando de vez en cuando a observar a esa magnífica mujer que había conquistado mi atención. Al final de la función se acercó a mi para decirme que admiraba mi valentía y preguntarme si usaba el mismo traje todas las funciones.
El cielo nocturno fue presencia de mis fantasías, recordaba su piel blanca y so voz que me incitaron a buscar otro traje en mi armario, cuando salí a la carpa la busqué entre el público, ahí estaba en primera fila, con una sonrisa encantadora. Tuvo que esperar a que se fueran las chicas que coleccionan autógrafos, a que terminaran de tomarse fotos conmigo teniendo una de las jaulas de tigres de fondo y entonces se me acercó primero muy tímida preguntándome si me gustaba el queso.
Me perdía en su mirada, la tomé de la mano para que pudiera acariciar a uno de los tigres (que buen pretexto)… yo no sabía qué hacer, solo sabía de mis poses y de amaestrar tigres, ella era diferente, no quería autógrafo ni fotos y eso me daba un poco de miedo. Todas las noches que estuvimos en su pueblo, ella se sentaba en primera fila a verme para después ir a darles de comer a los tigres, pasear y soñar despiertos al compás de los rayos de luna. Pero solo teníamos eso, un espacio del tiempo para coincidir, el espectáculo debe continuar
¡Señores y señoras, niñas y niños, recibamos con un aplauso a Armando, el magnífico!
La fuerza de la costumbre me hace seguirla buscando entre el público

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