20 octubre 2009

BODA PIRATA - (Por: Blanca Dayanne Castro)


La invitación de la boda vino de una manera muy original: dentro de una botella, asemejando esos mensajes que flotan en altamar buscando su lector.
Quitas el corcho mientras te das cuenta que hasta arena se molestaron en poner en el fondo junto con unos minúsculos caracoles que se mueven al compás de tus manos. Dicen que los caracoles guardan el sonido del mar ¿será acaso que añoran la tranquilidad?... curioso, solo te adjuntaron un boleto para la fiesta lo cual te indica que tendrás que soportar las miradas compasivas de los demás comensales preguntándose si la soledad es buscada o solo es una forma de llamar la atención.
Temes desenrollar la invitación porque entonces te toparás con su nombre y una bola de recuerdos junto con eso, pero el martirio es inevitable y al estirar el papel gritas, lloras, pataleas… marcas su número telefónico que te manda al buzón.
El día marcado con rojo en tu agenda te arreglas, te pones tu perfume de marca para esas ocasiones, te miras 3 veces al espejo mirando tu atuendo, buscando que todo esté perfecto y tomas el solitario boleto que en el reverso trae un mapa como para buscar un tesoro.
Escuchas la ceremonia, sales antes para participar arrojando arroz a la feliz pareja como señal de buena suerte y marchas a la fiesta.
Por su puesto, ahí está como ha estado todo el día: con una sonrisa abrazando a las personas que llegan cargando regalos para la ocasión. Tomas la daga que traes guardada y te acercas disfrutando su mirada de asombro… se abrazan y entonces decides que su nombre y el tuyo figurarán juntos en algún periódico amarillista. La daga cae al suelo llena de sangre mientras las miradas de los comensales piensan el la palabra locura.

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