11 septiembre 2009

LANCELOT - (Por: Blanca Dayanne Castro)


Lancelot, caballero armado de los templarios, cuyos ojos han visto tierras lejanas. Lancelot, has puesto tu mirada en una princesa, dejaste tu armadura delante de ella, dispusiste espada y voluntad a sus servicios. Es tan extraño el sentimiento que se vuelve adicción, obsesión por su perfume y tu aliento tocando sus labios color carmín.
El tiempo deja de correr en su presencia; Lancelot, sus órdenes se convierten en tus deseos. Es incuestionable la decisión de ofrecer tu vida por un roce de su piel y que el pensamiento evoque tu nombre en suspiros y sueños.
Es muy extraño: mientras más te adentras en la sensación de servirle, en el sentimiento de complacerla menos quieres salir, aunque sabes perfectamente que entras en un laberinto y que en cualquier esquina puede estar el minotauro dispuesto a devorarte.
Lancelot, te pones tu armadura de gala sabiendo que a ella le gusta verte así, se acercan y ella toma tu mano… te arrodillas frente a ella.
- Princesa ¿puedo besarte?
- No lo se.
Lancelot la besa lentamente recorriendo su piel con las manos. De lo lento el beso se torna apasionado, ansioso y el mundo simplemente deja de existir por unos instantes.

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