20 septiembre 2009

Del penúltimo juicio (Carlos Castro)

He utilizado mi lógica al máximo y hoy digo: la libertad individual nos ha hundido en la más onda depresión que hayamos visitado. Me exprese mal: lo que creemos libertad nos ha separado. Quiero decir: Entre tú, yo y la voz se expande blanda y pesada una dimensión llamada libertad individual. Dijeron y seguimos, molestos, cansados, sumergidos hasta el cuello en la garganta de un coloso ideológico que comienza a sufrir una combustión espontánea, aunque volviendo a mirarle pido se me permita cambiar mi veredicto y se me entienda que opino que: se encuentra ya en su última imponente flama, furia que al final perece, ¿pero todo perece, y florece no, padre? No estas observando la big Picture, esto se llama tiempo, míranos con el criterio de un niño que ve por primera vez una colonia de hormigas, tu entender es el néctar de la que tu crees es una monotonía.
La flor se desdobla y su tela al caer imita un caballo galopando. Desplaza la telaraña, cual penetración de la aguja en la piel, un cilindro de luz que lo abduce. Relincha al ser montado por un alienígena que irradia fluorescencia y que mastica una pregunta, ¿Qué soy? ¡Peces de un mar negro que actúan como palometas atraídos por luciérnagas! guiados por luciérnagas, hipnotizado por otros insectos, así es, si ocurre es porque esta permitido, esta es, dicen por ahí, la única ley del universo.

Tan rápido como se va la luz volvemos a las cavernas.

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