11 julio 2009

P.D. Por Carlos Castro

¡Oh, Gran Tirano, cuando yazcas entre mis dígitos te despellejaré para luego derretir tus capilares y venas con el fuego de mis palmas para que tu agonía se dilate hasta que me canse de lacerar tu cuerpo!

Nos encontrábamos en una de esas tediosas y aburridas cenas familiares, llenas de pretensión tan pura que me impide si quiera tragar un bocado. Palabras innecesarias brotan de los hocicos de quienes se aman porque su ADN así se los ha impuesto.

¡La esclavitud triunfa!

De repente la mano toma la prótesis y con ella martilla la nuca del alfa, un anciano que carece de sabiduría.

La mente dicta: hoy en día todos llegan a viejos pero los sabios siguen siendo tan escasos como en la prehistoria.

Un trozo de cerebro se incrusta con suavidad y delicadeza entre los dientes de la más bella de la familia.

No hay gritos. Hay silencio. ¡Por fin he encontrado su atención! Me miran como un imbecil adolescente en su primer viaje psicodélico con la oportunidad de esclarecer las voces pero que solo se dedica a ver, bailar y reventar el sudor de su cuerpo al compás de la música del fin del mundo.

La prótesis eructa del cráneo y en un salto olímpico revienta el ojo de su mujer, el corazón de su hijo y el vientre embarazado de la futura madre. Aunque de madre solo lleve la vagina dilatada a punto de dar a luz. ¡Ya no hay madres, padre, solo hembras que quieren transmitir su malestar al resto de la humanidad!

Despido la palabra y la idea que la engendra. Descarto el efímero dolor, lo inasible del hombre. ¡Quiero destruir tu sonrisa de moda, desfigurar tu belleza de temporada de verano!

Al siguiente parpadear estamos bailando entre mil cuerpos (esto parece más una asquerosa reunión política organizada por Caligula).

¡Larga vida a la nueva carne! Bramo. Tenso el esfínter y se detona la bomba. Sus sonrisas, sus lágrimas, sus cantos, vaya mierda, vaya pasado. Amen.


Extracto de Libro de historia del año 2009.
Primera edición, 2014.

No hay comentarios:

Publicar un comentario