31 julio 2009

Volver... (Por: Magnolia Flores Tapia)


Desde hace poco regresé al circo y no pude contenerme de escribir. Tenía años sin volver y mi reencuentro con este mundo fue de una manera muy extraña, poco convencional… en realidad mi vida siempre ha sido poco convencional.
Crecí en un circo. Mi abuelo, el padre de mi madre era el dueño del circo y por ende mi madre al ser hija única lo heredó. Mi padre es un payaso y es extraño tener un papá payaso, fue como tener a un amigo, una diversión y un padre en uno solo, realmente era divertido y ni un momento dejó de ser estricto. Tengo varios hermanos y a la fecha todos trabajan en el circo; uno de mis hermanos es payaso junto a mi padre, un hermano y hermana gemelos se encargan de la magia, y otros dos hermanos junto a otros chicos son los trapecistas, yo soy la única que hasta hace poco estaba alejada del circo.
Soy enfermera, desde pequeña recuerdo que me llamó la atención. Sí claro, siempre estuve al pendiente de todo lo que tuviera que hacerse en el circo… mi casa, era muy divertida la vida del circo y no lo voy a negar pero a veces yo no lucía del todo feliz. No re en realidad cuándo me di cuenta, ni de qué manera me empezó a gustar la medicina, el caso es que cuando llegó el momento de decidir siempre preferí la escuela y finalmente la universidad para estudiar enfermería.
Fue difícil, tuve que luchar contra mi misma incluso, después con la confusión y sentimientos de mi familia. Al final tuve que quedarme sola a seguir mi sueño, la vida del circo no es estática y yo tuve que quedarme en una ciudad, despedirme de esa vida y ver partir al circo. Por primera ves yo me quedaba a decirle adiós a esos colores y sabores, a los animales, a las sonrisas… a mi familia. Siempre era yo la que decía adiós a esas nuevas ciudades y nuevos amigos, pero en esa ocasión me quedé y casi estaba segura que le decía adiós a esa vida para siempre.
Pasaron los años, solo veía a mi familia cada que el circo volvía, y a veces… varias veces intentaron hacerme volver con ellos. Terminé la carrera, y con todo y esfuerzo, soledad, lagrimas… conseguí una mención honorifica y trabajo en un hospital. Fue gracias a ese trabajo que mi vida empezó a tomar un rumbo bastante cálido, mi vida empezó a arreglarse.
Por lo general soy lo más amable que puedo con los pacientes, a fin de cuentas ellos van al hospital a recuperarse, a mejorar su salud y tienen que estar tranquilos y contentos, no incómodos y recordando siempre su pesar más allá de sus dolencias, pero hasta ahí, el involucrarse de más con un paciente nos causa un desgaste emocional bastante agotador.
Sin embargo, cuando ella llegó al hospital no pude más que encariñarme, sus ojos eran preciosos, su carita era angelical, era una niña divina y por desgracia estaba enferma… no sé por qué me encariñé tanto con ella sobre todo a primera vista, por suerte estaba dentro de los pacientes que yo atendía y me desvivía por hacerla feliz, su sonrisa era hermosa, simplemente solía quitarme el cansancio y casi hubiera cambiado de lugar porque ella no pasara por tantos padecimientos.
Cada día trataba de hacerla lo más feliz que podía, y realmente no comprendía cómo sus padres podían dejarla sola por tanto tiempo. Me sentía increíblemente unida a ella, tal vez malamente me encariñé tan pronto a ella, la adoraba, se convirtió en uno de mis motivos. A veces venía a mi mente la idea de la reencarnación y descabelladamente trataba de explicarme a mi misma que quizás en otra vida ella fue hija mía. Y sabía que ella también estaba muy tranquila conmigo. Solía quedarme horas extras solo por cuidarla cuando sus padres no estaban, muchas noches pasé en vela y unas tantas veces más ella se durmió en mis brazos.
Fue una noche de esas en que los dolores no la visitaron y las medicinas no la durmieron que por la noche mientras veíamos un increíble cielo estrellado me pidió que le cumpliera un deseo, su deseo era sencillo, bastante, ella quería ir al circo, nunca había ido a uno, sus padres se negaban a llevarla y ella estaba muy entusiasmada por ir a un circo, ver los payasos, magos trapecistas, comer algodón de azúcar, en fin soñaba con conocer ese mundo.
Yo me quedé sin palabras pero prometí llevarla. Sus padres ni hablar, jamás accedieron, no iba con sus propios principios, pero ella era su hija y estaba irremediablemente enferma…. Yo no iba a quedarme con los brazos cruzados y decidí jugarme el todo. Me enteré que el circo de mi familia estaría en la ciudad y aunque la última vez que los había visto no había quedado de lo mejor nuestra relación, por ella decidí intentarlo. Pedí permiso para llevarla de paseo, un paseo falso, pero accedieron y me fui decidida a cumplir el sueño de mi niña.
Mientras íbamos de camino en un momento de silencio me puse a pensar en lo increíble que era que yo quisiera tanto a esa niña, sin ser mi hija.
Al llegar al circo, saludé a mamá y después fue un silencio incomodo el que me dio por saludo mi padre, le presenté a mi “amiguita” y se transformó, le dio un globo y le dio un paseo por el circo, ponys, elefantes, conejos…. Lugares preferentes para ver la función y una función inigualable. Fue increíble para la niña ver todo ese espectáculo dedicado a ella y fue emocionante para mí recordar mi niñez y reencontrarme con mi familia, después de la función fue una velada llena de risas y magia, literalmente magia.
Se que ella jamás olvido esa velada e incluso hasta en su último aliento me agradeció aquella noche. Tras su partida física no pude más permanecer en ese lugar, así que sentí que debía volver a mis raíces y poner todo en orden. Dejé mi brillante carrera, mi gran departamento, mi especialidad que estaba por empezar y volví al circo, después de todo aquí también necesitan enfermeras y yo… volver a mis raíces a mi manera.

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