30 julio 2009

POR UNA ESTRELLA (Por: Marcela Dávila 10.)


Nunca supe jugar el juego, nunca quise jugar el juego, ganar o perder en ese tablero, qué más da… mi mente es un rompecabezas que llevo años tratando de armar, cuyos pedazos se van uniendo por temporadas, por efecto de la sincronicidad de Jung y que no concibe a veces otra razón que la del Cuore.

El Cuore es prisión de sentimientos que en mi caso, fluyen con libertad por los caminos de cada arteria o vaso que les da la gana. Cuando eso ocurre, olvido el juego y me dispongo a existir, con el poco tacto o entendimiento que la vida me dio de éste.

Una vez cada tanto, en periodos eternos de tiempo, un cometa aparece entre las miles de estrellas que pueblan el cielo nocturno que avistan mis ojos sobre la carpa del circo en el que coexisto con más seres curiosos, y hace latir mi corazón, recordándome cuán bella es la vida… Una vez en cada tanto, se activa la chispa de lo especial y entonces respira mi pecho un aire nuevo y beben mis labios de un manantial cuyas aguas siempre están en movimiento, y la magia del cometa se desprende del manto celeste para iluminar la temporada con una sonrisa y felicidad.

Y no sé jugar el juego, porque nunca pregunté a la sociedad cómo se juega; me conformo con las rayuelas; elijo visitar a una anciana en el centro de la ciudad, para que me dé esperanza como mi abuelo me enseñó en algún tiempo: Pagando cinco pesos para que un ave enjaulada me lea la suerte a cambio de un poco de alpiste. Elijo al ave, porque nunca deseé aprender el juego de subir al cielo a hurtadillas y aprisionar cometas en frascos para coleccionarlos en un desván polvoso y oscuro, como he visto que pretenden hacer muchas personas.

Con hilo de plata y aguja de marfil, atrapan al astro que yo no sé atrapar, porque creo en la libertad de sus colores y en el brillo de la luz que comparte con tantos… ¿Sabes? En el circo uno aprende muchas cosas nuevas, entre ellas, el valor de la libertad y el poder conservar los minutos en baúles por periodos largos de tiempo. También se adquieren elementales herramientas de supervivencia, como la técnica para alimentar a un elefante y leer viaje al centro de la tierra de Verne al mismo tiempo, mientras se pintan estrellas en el techo de la carpa circense para no tener que tomarlas prestadas del universo durante la función.

He visto un cometa, y si esto es así, entonces mi Cuore ya no distingue más la diferencia entre milenio e instante y permite que fluyan las emociones en libertad, sin jugar el juego, con la única condición de ser y simplemente ser, independientemente del resultado… ¿Qué más da ser humano? Sentir…Vivir…para eso estamos aquí…

Éste cuento se desvanece junto con las notas suaves de una vieja melodía que se escapa de una lejanía perdida desde un momento en el tiempo, hasta el instante presente y da un salto a la eternidad…

FIN

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