20 julio 2009

INSPIRADO EN UNA HISTORIA REAL (Por: Blanca Dayane Castro)




La madera cruje bajo sus pasos y el aire empieza a recorrer el lugar. Han decidido entrar en ese pueblo enclavado en medio del bosque.
La placa de la iglesia tiene la fecha 1783 grabada en una placa, algunas partes están en ruinas y huele a humedad. Al ir caminando sienten las miradas de los santos sobre sus hombros, esos muñecos dotados de vida propia son capaces de escarbar entre la conciencia; siguen caminando hasta el altar… las manos sudorosas se entrelazan con fuerza acompañadas del murmullo de una gotera lejana.
El silencio se vuelve tan intenso que el mínimo ruido altera el corazón, el razonamiento empieza a encontrar formas caprichosas en el salitre de las paredes y los pasos que parecen acercarse a otra dimensión.
Al lado del altar hay un pasillo y luchando contra la adrenalina siguen caminando, cuando la vista se acostumbra a lo lejos aparece la luz de una vela y entonces la curiosidad apresura el paso hasta que se dibuja la figura de un monje escribiendo en una mesa de madera.
- ¿Hola?
Él sigue escribiendo, literalmente con una pluma y un tintero en un papel amarillento, su manto maltratado deja ver trozos de piel y una capucha cubre su cabeza. Sin levantar la vista contesta con una voz grave:
- Salgan de aquí
- No fue nuestra intención molestarlo
Suspira y suelta la pluma, pone las dos manos en la mesa.
- No pertenecen aquí, salgan ahora.
La vela se apaga y en ese momento deciden dar media vuelta y regresar lo más rápido posible. Se encuentran de nuevo con la mirada acusadora de los santos, los pasos se tornan en grandes zancadas hasta llegar al automóvil y sin más se van del lugar.
En medio del camino se detienen, hay una pequeña cabaña donde venden queso y leche. El dependiente los ve asombrados
- ¿Pues qué les pasó?
- Hay señor, es que en ese pueblo tienen ustedes a un monje muy raro.
- ¿Cuál pueblo?
- Pues ese que está… ¿Dónde quedó?... Desde aquí se tendría que ver

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