15 junio 2009

FRANK - (Por: Marcela Dávila)

Cada vez que Frank aparecía en escena, algo cambiaba…Era común que mientras su voz susurraba en mi oído las primeras palabras, el mundo diera giros extraños y el rumbo de mi destino transmutara en algo más, siempre en algo más...

Frank me recuerda a mis viejos, que ya se han ido; el sonido que sale de sus labios es el mismo que escuché en la compañía de ellos alguna vez y el tiempo continúa sin detenerse una sola vez, mientras mis pasos se pierden por la Avenida de la Vida. “Inolvidable”, dice Frank y sin reparos acepta ante mis ojos “llámame Irresponsable”. Frank anda conmigo por las calles de esta ciudad, es mi cita de las 10:00 y mi amigo de butaca mientras esperamos a que inicie la función en La Cineteca.

Dos zapatillas marcan sus pasos al son de un “clac, clac” que se pierde en el eco de una acera casi vacía, una que se mimetiza con las luces rojas que despide la cartelera cuando estamos por tomar una decisión tan difícil como la de los miércoles o con el resplandor del proyector que ilumina mi rostro y el de 30 espectadores más a 24 cuadros por segundo… “El Cartero Siempre Timbra Dos Veces”, pensaría Frank de este momento y quizás lanzaría una mirada de picardía que yo pretendería no adivinar, cuando la rubia en pantalla se contonea en sus tacos altos.

El estar frente a la gran pantalla me hace reflexionar sobre muchas cosas, la soledad, una de ellas, porque cuando nos encontramos frente a frente siento como si el mundo a mi alrededor desapareciera (Creo que Frank lo nota) y únicamente existiera lo que indefinidamente se repite a partir de la cinta que gira y gira desde la cabina de proyección. Cuando la función acaba, salgo del cine y busco mi camino a casa junto a Frank, que me habla sobre el amor, sobre los años pasados y los días venideros, de pronto... la batería de mi reproductor de mp3 se termina y la voz de Frank se apaga súbitamente; las calles vuelven a su forma silenciosa y mi acompañante se ha ido ya.

Cada vez que Frank Sinatra aparecía en la escena de mi vida, en sus discos y canciones, algo cambiaba... mi mundo daba giros extraños en la compañía de esa eterna Efigie descarada, que sin vergüenza se ríe y repite una vez más y solo para mí: “Call me...Irresponsible...”

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