12 mayo 2009

QUIMERA QUEBRANTADA - (Por: Minerva Bañuelos)




Un día, de esos típicos de un noviazgo del pueblo, Mario y yo salimos a platicar a la plaza. Lo acepto esa noche estaba realmente aburrida, ya imaginaba lo que íbamos hacer; comer un helado, platicar de las clases de la secundaria, observar a la otra parejita de pubertos echando pegue como decíamos aquí en el pueblo, y nada, simplemente platicar y darnos un beso esporádicamente. No podía más, todo, absolutamente todo era lo mismo, ¡maldito pueblo¡ lo maldecía una y otra vez. Sí una y otra vez.
-No sé como decirlo Ana, pero creo que te va gustar.
Imaginé de todo, desde una caja de chocolates hasta un oso de peluche con el corazón de un te amo, pero un dibujo de una estrella de cristal, ¡jamás¡ , que tontería. Sí, eso pensé cuando otra vez volvía a poner el dibujo dentro del sobre rojo. Sólo sonreí por compromiso y dije: gracias me gusto mucho.
A esa edad ya era una maldita interesada, pensaba que siempre me merecía lo mejor y Mario me decepcionó bastante con ese dizque regalo. Siempre me daba lo mejor y yo era una maldita presumida.
- ¡Que porquería¡, ¡cursilería barata¡ , voy a terminar mañana en la hora del recreo con él ,yo no merezco eso, pues que se cree.
Pasaron cuatro años y yo seguía igual de interesada, solo quería salir con los mejores chicos del pueblo. Cuando veía a Mario con otras chicas me daba una rabia tremenda, se había puesto tan guapo, indudablemente mejor que antes. Siempre recordaba de su último detalle y la manera tan insolente que lo terminé y pensé que nunca me iba a perdonar. Con el tiempo me di cuenta que fui una tonta, al dejar a un chico como era él, tan detallista y caballeroso.
12 de Agosto de 1980, saliendo de la preparatoria mis amigas y yo salimos del pueblo a dar la vuelta y tomar unos tragos, ya después solo me recuerdo en esta silla de ruedas, con los comentarios aislados que la gente dice, que yo, soy un milagro, pues todos murieron y yo fui la única en sobrevivir.
Cuando desperté y empecé a comenzar mi vida en casa de mis padres, los días transcurrían lentos como nunca imaginé, preferiría esas noches de helado y platicas de novios adolescentes. Estaba atada a una cama y después a esta silla de ruedas. No reconocía a nadie, ni siquiera lo hice cuando Antonio, quien fue mi novio antes del accidente venía por lastima a verme. Las tardes de Abril eran insoportablemente calurosas, me ponía a ver fotos, cartas, afuera del balcón como ejercicio para recordar todo lo que era, para recordar quienes eran.
Cuando abría el sobre que contenía el dibujo de Mario sentía unas inmensas ganas de llorar, pero no recordaba su rostro en ninguna fotografía y él en todo ese tiempo nunca fue a verme.
Esa tarde, mi madre sigilosamente entró a mí recamara y me entrego un sobre rosa y este decía:

Después de viajar por un tiempo alrededor del mundo, no puedo negar que aunque me hallas roto el corazón, siempre te ame y lo seguiré haciendo ¿Te quieres casar conmigo?
De primero no lo reconocí, pero ya con el tiempo me di cuenta de quien era, y veme ahora, nos amamos como nunca imagine.
Cuando tengo oportunidad de visitar a mi hermana siempre me repite estas pasadas líneas, me contengo las lágrimas de una manera impresionante. A veces, me distraigo cuando me trata de platicar, cepillo su cabello largo y observo su retrato de pequeña en el buró y regreso a la mitad de su quimera quebrantada.

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