30 abril 2009

EL PASILLO (Magnolia Flores Tapia)



No sabría decir cuándo sucedió, son de esas cosas que solo te van pasando, pero, cuando te das cuenta simplemente ya no puedes parar. Mentiría si diera una fecha o un hecho exacto, pero el más claro en mi mente fue el divorcio de mis padres, quizás las cosas estaban mal desde antes pero yo solo recuerdo eso. Soy hija única y mi vida solía ser perfecta, acababa de cumplir quince años y de tener la fiesta perfecta de toda niña cuando ellos me lo dijeron, había problemas y se separarían… yo jamás los había oído discutir… cosa que cambió a partir de que lo hicieron sabes, era simplemente desgastante y más cuando los juicios iniciaron, y la pregunta eterna ¿con quién te quieres ir a vivir?... yo solo sentía que había vivido una farsa. Mis padres se ocupaban de sus cosas y yo de lo que podía. Parecía que era invisible y todo fue empeorando, no dormía mucho al principio y después solo quería dormir, no me daba hambre y prefería evitarlo.
Mi novio también terminó conmigo, se harto de mi aislamiento, de mi tristeza, de mi mal humor, era mucho para mí y fue mucho para él, un chico de 16 años. Sí, cambié mucho, yo era muy alegre y amable y todo fue radical… reía poco, era pedante y grosera; no comía, no salía y mis padres solo creían que era por la edad… debo admitir que tuve todos los regalos que quise, un coche entre ellos.
Un día discutí con mis amigos, solo por mi terquedad porque ellos siempre tuvieron la razón, por más seguro que me pareciera estar bajo mi cama tenía que salir de ahí… yo no lo comprendí y los corrí de mi casa… estaba sola, ahora sí estaba sola y no sabía ni como había llegado a ese momento, era increíble la desesperación que sentía, me sentía ahogar.
No sabía que hacer, y en ese momento me vi en el espejo… detesté la imagen, tenía quince años, estaba sola, tenía ojeras, estaba demacrada, tenía mucho que no me arreglaba… ¡me odie!… ¡me odie como nunca!, solo quería descansar y alejar esa imagen de mi vista, de mi memoria. Me sentía atrapada y cansada, muy cansada.
Debo confesarles que para estas alturas del relato yo… yo ya me había cortado un par de veces, era más fácil soportar un dolor físico que uno anímico y ya tenía cicatrices. A partir de este momento frente al espejo todo pasó muy rápido, todo son imágenes rápidas. Tomé la navaja que usaba normalmente e hice un corte rápido y lo más profundo que pude a mis muñecas para cortar mis venas, hice otro corte a la otra muñeca pero ya no fue tan preciso como el primero… fue una impresión enorme ver mi sangre correr pero no retrocedí solo me recosté sobre la cama, sentí frío y luego cerré los ojos y no recuerdo más… todo fue un sueño…
Me vi en un pasillo oscuro, el piso era a cuadros blancos y negros… en las paredes se veían cuadros, pinturas enmarcadas en bellos marcos dorados, pero las imágenes que se veían eran horrendas, grotescas, daban miedo y asco, rostros dolientes, desolación, tristeza… no podía ver nada más allá de los cuadros que se iban iluminando por donde yo pasaba y una pequeña luz al fondo de ese pasillo, la cual jamás se acercaba, siempre era igual de pequeña.
Comenzó a darme miedo por esas imágenes, cada vez eran más horribles, hasta que de pronto me comenzaron a ser familiares, eran mis miedos, mis tristezas y al final yo misma pálida y rodeada de sangre que escurría por mis venas, no pude más, quise salir de ahí y comencé a correr, quería llegar a la luz pero nunca podía acercarme ni siquiera un poco, estaba desesperada y empapada en llanto, las imágenes pasaban frente a mi rodeándome, jamás me golpeaban pero no se iban… hasta que topé en algo… un espejo… todos esos cuadros me rodearon flotando a mi alrededor y vi mi imagen, demacrada, triste, empapada en llanto, rodeada de cosas horrorosas, ni una sonrisa, ni una mano amiga, solo dolor, y empecé a pensar en lo bueno que había dejado… en ese instante yagas se abrieron en mis muñecas, la sangre empezó a correr a chorros, palidecía muy rápido y me comencé a debilitar en un instante, no podía seguir más tiempo ahí, como pude rompí ese espejo… la luz jamás se acercó y yo abrí los ojos en aquel cuarto de hospital, cansada, débil, con frío y ante los ojos llorosos de mi madre, el rostro preocupado de mi padre y la mirada de doctores y enfermeras… entonces fui libre y sonreí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario