10 febrero 2009

Los hijos de Ac (por Carlos Castro)

En aquella época a la muerte aún le gustaban los clichés. Llegó al pueblo M durante la hora trece del decimotercero día del mes, que por casualidad era viernes.

Haciendose llamar Ac deambulo las empedradas calles en camino al castillo de la reina Julieta. Aposto en el casino. Se deleito en el burdel y luego le dio hambre. Se detuvo en el mercado, comió y con su mirada liberó una epidemia entre los transeuntes, consumidores y comerciantes.

La epidemia se manifesto en forma de locura. Cada individuo se alieno en una realidad propia saturada de tormento y dolor. Cada hombre y mujer vivió el mayor de sus terrores una y otra vez. La etapa final de la enfermedad era la evaporación.

Cuando Ac tocó la puerta del palacio, el noventa y nueve porciento de M ya había desaparecido. Julieta aún ignorante de lo sucedido, pidió a una de sus esclavas que dejara entrar el forastero.

Con su pasear por los pasillos impregnó el templo con olor a muerte.

Adelante, ordenó Julieta, quien lucía realmente jugosa bajo su vestido rojo. ¿En qué le puedo servir…?

Ac… mi nombre es Ac.

¿Qué lo trae a mi pueblo, Ac?

Vengo a pedir su mano.

Julieta, acostumbrada a aquella clase de confesiones soltó una carcajada.

Si mira por su ventana, hermosa señora. Descubrirá que su pueblo ha desaparecido. Usted se ha convertido en una reina sin pueblo. En en otras palabras, ha dejado de ser una reina.

Julieta se dobló en otra carcajada histerica.

¡Julieta! ¡Anda, mira por la ventana!

Gateando y con una fuente de saliva y lagrimas brotando de su rostro, a causa de tan repentina comedia, miró por la ventana.

Su grito destruyó el cristal. Como reflejo corrió y se tiró entre los brazos de Ac. Abrazandolo con las piernas lo dejo entrar a su cuerpo.

¡Hazme de nuevo una reina! Lloró entre orgasmos.

Los años pasaron y Ac y Julieta repoblaron M.

Durante una noche de invierno Ac abandonó M y Julieta se desplomó ante la tristeza. Murió al mes.

Su hija mayor tomó el trono y pidió a los sacerdotes que escribieran profecías y oraciones sobre el regreso de su padre.

M se convirtió en una metropolis y posteriormente en una aldea global que se aventuró entre las estrellas.

El día del retorno de Ac se acerca, dictan las profecías. La mayoría de su descendencia aún implora tan esperado día. Sin embargo, entre los habitantes de la colonia M se ha gestado una creciente secta que lo llaman una farsa, esto ha contaminado las mentes de sus habitantes sumergiendo a muchos en un desilusionado presente.

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