15 enero 2009

LOS LOCOS (Héctor De Anda)

Ese día se vieron vueltos locos por las calles. Dieron las cuatro de la tarde y los que asumieron el enigma fueron juzgados de locos por otros locos.
A unos se les ocurrió rezar. Construyeron templos, produjeron en serie figuras de iluminados, vírgenes, Cristos, Budas y demás divinidades. Descifraron libros ancestros como su locura les dio entender y lo que no entendieron simplemente lo ignoraron.
Otros inventaron e inventaron, hasta que ya no supieron que más inventar. Comenzaron a producir objetos que únicamente fueron complicando su vida.
A pesar de creer en su existencia, nunca tuvieron la capacidad de ver el microcosmo ni el macrocosmo absoluto, y aún así negaron la existencia de ciertas fuerzas místicas que sentían y nunca comprendieron.
Hubo algunos que se atrevieron a individualizar el fin impensable del universo a la mente humana, objetando que en cada mente existe uno similar. Idealizaron diferentes modelos característicos de actuar, pensar, servir, luchar, incluso morir. Jamás pensaron que el “universo” propio que ellos alimentaban en su mente, fuese a crecer tanto y a tal grado que de pronto comenzara a verse interceptado por “universos” pertenecientes a otros locos.
Lo que comenzó como una unificación de ideas, terminó en una muy incomoda sala de debates. Todos aferrados a su universo personal, olvidaron al verdadero.
La menor parte de los locos, optaron por imitar a la naturaleza. Imitaban todo lo que se les atravesara en su camino, lo hacían hasta entre ellos mismos. Construyeron palacios, compusieron música, pintaron, esculpieron. Después de cada imitación, se enorgullecían metiendo cumplidos, comentarios, criticas y alabanzas al interior de su ombligo.
Sin pensar nunca en la causa y origen de dichas obras, al final terminaban hartos de escuchar, escribir y hasta decir su nombre.
Un pequeño porcentaje de los locos, quienes en un principio habían asumido el enigma en una hora en particular, continuaron con su labor y deseo de ver realmente, de no encasillarse a un solo sendero, de observar analógicamente las partes de su cuerpo y darse cuenta que para llegar al corazón, en las venas existe más de un camino.
Descubrieron la clave con la que fueron capaces de expulsar el máximo potencial humano dentro de todas sus funciones existentes. Pensaban que si el hombre era capaz de adaptarse a los factores reales del mundo y al mismo tiempo a los factores fantásticos, ambos formarían parte importante para el desarrollo de su crecimiento. Muy pronto se dieron cuenta de que primeramente eran locos, para después poder dejar de serlo. Comenzaron a ser concientes de sí mismos. Descubrieron la importancia de las escrituras ancestrales indagando su verdadero significado. Inventaron diferentes tipos de procesos sanadores y medicinales con bases científicas y se dieron cuenta de que muchos de sus inventos eran capaces de contribuir con los designios de la naturaleza. Disolvieron su Yo comenzando a mirar al mundo a los ojos del mundo, aprendieron a interpretar un lenguaje especial y complicado con el cuál eran capaces de comunicarse con la energía inteligente que pertenece al macro y al microcosmo. Imitaban, construían, pintaban y escribían pero únicamente a manera de sanidad y agradecimiento.
Finalmente, al obtener la capacidad de equilibrar sus funciones corporales y espirituales con las de su alma, debido a la obtención de un secreto centro, llegaban a ese único punto donde en ellos ya nada ocurría y ya nada debía ocurrir puesto que, la capacidad de poder hacer verdaderamente se había amalgamado a su existencia.

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