Cuando se conocieron no pensaron que las cosas iban a seguir ese rumbo. Estaban mirándose en un café: quimeras en el mar con canto de sirena, una sonrisa cruzó el lugar y se correspondió con una invitación a la mesa, ella un poco tímida se sienta de lado, piden otro café y en voz alta dicen sus nombres. Sofía se sonroja al escuchar un piropo extraído de un poema: “poesía eres tú” y entonces la timidez se vuelve confianza, las manos se juntan, una mano baja a la falda de Sofía y sube por su entrepierna, al fondo la música de jazz acompaña el coqueteo y su corazón se acelera cuando le piden un beso: “un solo beso el corazón añora, que la dicha de dos me mataría”.
Entonces el lugar se torna pequeño, sienten las miradas de los clientes y el asombro de los meseros, pero el sol brilla en un tono dorado escuchando con esa voz recitar poesía para ella, se termina el café y los murmullos se hacen cada vez más evidentes así que deciden retirarse. Aprovechando ese sol de primavera se abrazan y al caminar Sofía siente una mano rodeando su cintura junto con una invitación
- Vamos a mi casa
Ella revisa su bolso, quisiera arreglarse su maquillaje pero ya no hay tiempo. Suben al carro, Sofía se anima y se coloca de lado, con una pierna arria del asiento dejando a la vista sus hermosas piernas y está tan apetecible que inmediatamente siente una mano en su piel blanca, su falda se levanta mientras le susurran al oído: “la vida se vuelve interminable siguiendo tu figura”, no esperan mas e intercambian un beso. Luego la velocidad del carro se hace evidente, esperando llegar al destino aunque no es fácil manejar con las piernas abiertas de Sofía dejando ver una tanga de encaje negro.
En el radio se escucha una canción, Sofía tiembla al ver que ya están muy cerca, bajan de la mano jugando con sus dedos, acercando sus cuerpos. Por fin están libres de miradas y murmullos. Los botones de la blusa de Sofía se desabrochan uno a uno, suspira al sentir una lengua en sus pechos y decide dejarse llevar. Su falda está en el suelo y la tanga baja lentamente por sus piernas y su cuerpo se quiebra cuando escucha decir: “quiero sentir la humedad de tu cuerpo de diosa” y entonces ya no le importa nada, ofrece su cuerpo, su mente, su voluntad.
Los cuerpos se confunden, se entrelazan provocando deseo… “tu olor me enciende, tu sudor me enloquece”.
Sofía besa su cuerpo, recorre con sus dedos los pliegues de su piel blanca y entonces se van los minutos, siente un mordisco en su oreja y una lengua que la recorre y ya no puede mas, busca llegar al final de este episodio, va marcando el ritmo con su cadera, en los vaivenes de placer mutuo, en los besos y en las manos…
Ha terminado la tarde gloriosamente, acompañada de un café Sofía le confiesa:
- Quiero verte de nuevo Verónica
Y así las dos salen a caminar por la calle, repartiendo deseo en miradas ajenas
20 marzo 2009
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