01 marzo 2009

EL PIANO (Por: Magnolia Flores Tapia)


Liliana abrió la puerta de la casa, justo al entrar su mirada se topo con un charco de sangre, la misma que rodeaba y goteaba desde el piano sobre el cual yacía Daniel, totalmente frío y pálido, ya no había más que hacer. Solo despedirse y tratar de alejar ese sentimiento de decepción y soledad. El reloj ya no marcaba más ese tic tac que tanto le molestaba a ella, pareció haberse detenido en el momento justo en que él dejó de respirar. Tan solo 27 años tenía cuando perdió la vida.
Daniel fue hijo único de un matrimonio que siempre anhelo un hijo y que después de tantos intentos y tratamientos por concebir lo tuvieron a él, fue como un milagro, más amado y esperado no pudo haber sido. Su padre al fin tendría un hijo a quien poder enseñarle y quien siguiera sus pasos, su madre simplemente lo protegía… lo sobreprotegía.
Su posición económica era bastante holgada, no tenían una gran fortuna pero tampoco les hacía falta nada y vivían bastante tranquilos, su padre era arquitecto y su madre trabajaba en casa, diseñaba joyería. Desde siempre más por herencia que por gusto o habilidad propia habían tenido un piano, y aunque solían darle mantenimiento tenía mucho tiempo sin haber sido tocado por alguien hasta que Daniel lo descubrió, lo tocó y se enamoró del sonido, de la sensación y de todo lo que implicaba.
Suplicó días y noches hasta que sus padrea accedieron a que tomara cursos para aprender a tocarlo, su padre nunca estuvo totalmente de acuerdo pero su madre siempre intercedía por él. Tenía 13 años cuando le ofrecieron una beca para estudiar en el extranjero, la escuela la haría a la par, pero su carrera sería la música. Su padre se enojo bastante, jamás vio a la música como una profesión, siempre quiso que su hijo fuera arquitecto y su madre se entristeció pero como siempre lo apoyo. Daniel se fue del país.
Poco tiempo después de que él se fue del país sus padres pelearon cada vez más hasta que no soportaron, quizá, lo único que los mantenía juntos era ese deseo casi obsesivo de tener un hijo, de comprobar que no era cierto lo que los doctores les decían.
A pesar de los múltiples problemas familiares el buen éxito llegó para Daniel, tenía un talento sin igual, prodigio, era poco para él, pero siempre añoró volver a tocar ese piano viejo de la casa de sus padres, fue ahí donde descubrió el amor por la música y fue ese refugio ante los problemas.
No pudo evitar que esa idea de volver a tocar su piano, tenía que viajar inmediatamente y así lo hizo, volvió, pero nada fue tan grato como lo esperaba, sus padres parecían haber envejecido tan rápidamente, su vida se había roto tras aparecer y desaparecer eso que tanto anhelaban. Y el piano, como todo lo que juntos habían logrado fue vendido. Nada se sabía de su paradero, él tenía que encontrarlo a como diera lugar.
Su madre murió tras un periodo de depresión y enfermedad, el duelo de Daniel le hizo olvidarse de todo, y la culpa lo invadía, de su padre no sabía nada y él solo le daba vueltas a la idea de que por él su madre había enfermado y muerto, la única persona que de verdad lo había amado. No sabría decir qué fue lo que lo impulsó de nuevo a salir adelante y aún más a buscar ese piano, amor primero, para refugiarse en los sonidos de alguna espontanea melodía.
Busco día y noche, por diversos lugares y con distintas personas, hasta que casi cuando estaba dando por perdida esa lucha lo vio, en una escuela de ballet, a través de una puerta que lo enmarcaba a lo lejos, sabía que era el mismo. Sin desaprovechar la oportunidad obtuvo de nuevo su piano a cambio de otro, totalmente nuevo. Y al mismo tiempo se encontró con los únicos ojos que habían sido capaces de sacudir su mundo, esos ojos eran de Liliana.
Ella entró a su vida en un buen momento y lo mismo se podría decir de él para la vida de ella, quien era una excelente bailarina de ballet, menor que él y a quien sus padres siempre habían tratado de evitar que hiciera de eso su profesión. Cafés, caminatas, pláticas, besos, enamoramiento y el amor los tuvieron dentro de poco tiempo viviendo juntos. Todo parecía ser bueno para ellos, ella se preparaba más que nunca para una audición, si todo salía bien sería una solista de una importante compañía de ballet. Él trabajaba en unas melodías para un disco de su total autoría.
La soledad no existía en sus corazones, la dulzura era la constante y la armonía mantenía todo en su lugar, hasta que otro evento sacudió la vida de Daniel y provocó otras situaciones en cadena. Su padre estaba enfermo, después de no haber sabido nada de él volvió a verlo postrado en una cama, demasiado enfermo, casi agonizante, y lejos de recibirlo bien se limitó a decir - ¿hijo?, yo no tengo ningún hijo. Las lagrimas volvieron a los ojos de Daniel y fue un shock para él ver a su padre que siempre había sido un hombre fuerte, tan débil. Meses después su padre murió, pero él solo estuvo en el sepelio a lo lejos enterándose de que había tenido otra joven familia.
Las lagrimas y el dolor volvieron a Daniel, ya no tenía familia, ¿había sido culpa suya la decadencia y muerte de sus padres?. Liliana a la par era lo único que lo alegraba, siempre tan dulce… tan dulce y enamorada de él, solo él podía opacar la pasión por el Ballet, tanto que cuando consiguió el contrato como solista dudó en aceptarlo. Cuando él se enteró volvió a sentirse vacio, culpable, deprimido y desesperado, algo tenía que hacer, no quería cargar con la culpa de haber destruido otra vida.
Ya había tomado una decisión, y esa mañana cuando Liliana salió él parecia más alegre que de costumbre, la besó como nunca y se puso a tocar el piano como normalmente lo hacía pero nada iba a ser normal ese día. Justo una noche antes había terminado todas las canciones para su disco, siendo la última melodía una totalmente dedicada a ella, y esa fue la última melodía que tocó. No quería terminar con los sueños de otra persona tan amada, quería sentirse a salvo alejándose de este mundo mientras tocaba en su piano la melodía más hermosa que compuso.
Liliana supo comprender después de tantas interrogantes, después de tanto dolor y tantas lágrimas, alejó su idea del egoísmo, alejó su egoísmo propio y guardó a su gran amor en su corazón. Se encargó del disco de Daniel y se fue del país como solista de una gran compañía de ballet viajando siempre con el piano y poniendo siempre una rosa sobre él.

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