20 junio 2009
MI CARRITO SANDGUICHERO: DI NO A LA PROYECCIÓN (Minerva P. Bañuelos Cárdenas)
Una noche anterior mi madre me había regañado. Esa tarde dormí como de costumbre mis cuatro horas después de la comida. Desperté un poco malhumorada, ya era tarde para salir en busca de la inspiración. En el celular había dos llamadas perdidas. Números desconocidos. Me cambié, y puse mi paraguas en la bolsa, previniendo que tal vez podría haber un viento frío más tarde. Los árboles se mecían al ritmo de un calentamiento aeróbico. En la parada del autobús estaba una mujer castigada por Dios, sí, era repugnante ver su rostro lleno de cicatrices y un bola gigantesca de grasa en la parte izquierda de su cara. Inevitablemente causaba asco, y, mi mirada, se desviaba en los destrozados adoquines. Tomamos la misma ruta. Para añadir la desgracia de su imagen, su cuerpo tenía proporción de dos bolas de nieve a punto de derretirse. Eso era la peor flacidez que nunca antes podría haberme imaginado. Apoyada con todas las fuerzas de sus brazos regordetes pudo subir al mundo del surf y de los olores. Ni siquiera mi espíritu escondido de altruismo se inmuto en ayudarla. Todos repudian su presencia. Un señor, por horror de estar cerca de ese castigo divino, le dejó el asiento. Llegué algo consternada a la conferencia, en mi mente surgían constantes preguntas que no conseguían respuestas ¿Cómo alguien se atrevía a salir a la calle en esas condiciones? ¿Qué hizo, para estar de esa manera tan desgarradora en este mundo? Olvidando la experiencia de esa fotografía real, seguí mi camino.
Ya era tarde, y no conseguí regresar nuevamente en el colectivo, en mi bolsa sólo estaban cincuenta pesos. Un taxi sería la perfecta solución después de ese descuido. ¿Hacía donde va? Me preguntó en tono indiferente el taxista. Al norte de la ciudad, calle Islas Ciclades 2460 Colonia Cruz del Norte, le conteste. Empezó a llover de una manera conspiradora para retrasar mi regreso a casa. Comencé recordar el rostro de aquella mujer del camión, y al pasar la Avenida del Sur estaba ella en una esquina. Probablemente también olvidó organizar su tiempo, y el poco dinero que se gana hoy en día, no creo que lo haya querido destinar para un taxi ¿Que iba a hacer? Me cuestioné por unos segundos. Casi aseguro que sus ojos alcanzaron a verme en esos segundos, cuando el taxista se paso el alto. A las 12 y media estaba en el la Cruz Negra, el taxista falleció, y yo creo que sólo estoy aquí para ser la pareja de la fealdad y desgracia humana de aquella mujer. Fue la última persona que vi antes de perder mis piernas. Como me hubiese gustado haber visto a mi novio, y no a esa horrorosa deformidad. Me recupere de las demás lesiones, mi piel esta tatuada de cicatrices, pero no creo que es justo decir que soy un milagro de aquel accidente .Causa y efecto. No juzgar, causa final. ¡Vaya leccioncita ! ¿Conque esa es la causa final Aristóteles?
Sentada junto con una taza de café y el monitor esperando trabajar en largas jornadas, me volví a quedar en el intento. No debí tomar café el doctor lo dijo muy claro. Y me puse a navegar por internet.
El sueño llegó como un invitado inesperado, pero hasta las seis de la mañana. Otra vez amanecería malhumorada para continuar la rutina.
Hoy no tome café, nuevamente no organicé mí tiempo, y a las 2:25 am la inspiración se refleja en este intento de cuento. A veces pienso que...
Sí, creo que Juan Jóse Arreola vendrá cuando finalmente coso mis ojos para dormir con hilo delgado y en ese momento ¡ Boom ! Me encajara profundamente el firme cuchillo en mi cuerpo regordete. Pues que se cree esta muchachita para desgraciar las letras ¡ Ajá ! ¡Ni llorar ni reír ! ¡Empieza a vender en tu carrito de sandguichero !
Jajajajaja, hasta crees que perdería tiempo en decir esto... Haber deja ver como le puedo acomodar.
Fin, no , no Fin.
¿Causa final?
PD. Boom Latinoamericano.
PD. ¿Por qué Cruz Verde o Roja y no negra?
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