A mi fiesta de cumpleaños vino mucha gente, en su mayoría familiares y vecinos, ¿amigos? solo tengo una y por su puesto estuvo presente. Entre los regalos encontré un suéter, un par de bufandas, chocolates y un libro, pero el más especial venia de mi abuela aunque había muerto hacia 17 años. Mi madre tenia la tarea de darme una pequeña caja de madera en mi cumpleaños 18, mi abuela se la había entregado un día antes de ser llevada al hospital, de donde ya no salio, le dijo que se me la entregara justamente a los 18 porque hasta entonces podría comprender la trascendencia de su obsequio.
Abrí la cajita en presencia de todos los invitados, el regalo era una cadenita dorada con una estrella de cristal, debo confesar que quede decepcionada, esperaba algo… diferente. Mi madre me puso la cadenita en el cuello ante la mirada de todos, parecían incómodos por mi reacción negativa, yo intente seguir normal hasta terminada la reunión, sentía ganas de llorar, mas por la decepción que por lo emotivo, pero sostuve el llanto hasta estar sola en mi habitación. Al estar sentada en mi cama me arranqué del cuello la estrella y la arroje al suelo, me hubiera gustado pisotearla pero algo me lo impidió, un mareo, una presión en el pecho que me llevó a recostarme. Desperté a las 2 de la madrugada con mucha sed y a la orilla de mi cama estaba sentada una mujer, no sentí temor, era familiar, de inmediato supe que era mi abuela.
Me senté junto a ella y pude ver la estrella adornando su pecho, ella me miro y sonrió, yo me sentí realmente apenada por mi reacción hacia su regalo, y trate de evitar mirarlo más. Mi abuela se puso de pie y dijo – Alguien te quiere conocer. La puerta se abrió y ahí estaba un hombre, joven y apuesto, entró y dijo que no era posible ser tan joven y ya ser abuelo, y aunque tuve muchas ganas de abrazarlo no parecía posible hacerlo, Permanecí sentada escuchando a mis abuelos contarme la historia de su vida, supe que mi abuelo murió de 38 años en un accidente naval, mi madre se negó a contarme esa historia argumentando que era pequeña y no recordaba como había pasado.
A veces quisiera no haberme arrojado por la ventana de mi habitación al terminar la fiesta o haber recibido dinero en lugar de una maldita estrella de cristal.
10 mayo 2009
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