11 mayo 2009

CIRCO - Por: Magnolia Flores Tapia



Estaba deprimida cuando regresé a ese lugar. Sería insensato dar una razón exacta el problema primordial es que estaba deprimida y antes de dejarme caer volví a ese lugar, a la casa de mi abuela materna, donde tantos y tantos días libres pase. Mi madre iba ahí cada que podía, cada día de descanso y todas las vacaciones. Era un pueblo pequeño y tranquilo, tenían una hermosa y amplia cabaña muy cercana a un bosque con un arroyito, esa precioso ese lugar, en cuanto llegué respiré el aire fresco y la tranquilidad. Mi abuela era irlandesa, llegó al país cuando era niña y es por eso que siempre ha tenido historias fantásticas que contarme, a veces caminábamos por el bosque y era más fácil imaginar a las hadas, duendes, gnomos, elfos y demás criaturas que protagonizaban sus historias.
Eran días encantadores, pasaba tiempo con los abuelos, dormía y comía muy bien, caminaba por e sobre todo por ese bosque tan maravilloso, leía algunos libros, dibujaba… en fin, todo era tranquilidad, iba mejorando, no del todo aún pero sentía que algo dentro mío iba cambiando poco a poco.
Fue una de las primeras noches de mi estancia en ese lugar que algo extraordinario sucedió. Me fui a dormir temprano, leí un poco y después apague la luz. Silencio total. Por la ventana estaba viendo las estrellas y la luna hasta que me quede dormida y empecé a soñar.
Iba caminando por el bosque iluminado solamente por la enorme luna llena, no tenía miedo, solo caminaba. Conforme más andaba se veía una luz, más bien un resplandor que después de unos cuantos pasos más vi que el resplandor provenía de un circo, grande y extraño… aunque muy colorido.
Me fui acercando poco a poco y lo que pude ver ahí no era un circo como todos, ni los espectadores eran como los conocemos, sino, todas esas criaturas que alguna vez me describió mi abuela en sus cuentos. Caminaba lento, mirando hacía todos lados, observando a mi alrededor, lo que se vendía, quienes paseaban y al parecer yo tampoco pasaba desapercibida, me miraba atentos, sin quitarme la vista de encima, era sorprendente y bochornoso a la vez.
Me dirigí a la puerta de entrada al circo, iba caminando entre toda la gente que también iba a entrar, la curiosidad me fue llevando y lo primero que pude ver adentro de esa carpa reluciente fue maravilloso, estaba entusiasmada, hacía tanto que algo no me causaba tal estupor del cual solo me sacó un apretón muy fuerte a mi brazo para evitar que siguiera caminando. Era un tipo alto, calvo y con una tupida barba roja. Me indicó de manera muy poco amable que no podía pasar y me aventó del brazo hacía afuera del lugar. Me quedé sorprendida y quieta, solo mirando. De pronto apareció un chico elegantemente vestido, sin duda pertenecía al espectáculo. Era alto, de cuerpo atlético, cabello negro y estrafalariamente peinado, un poco de maquillaje sobre su piel en extremo pálida y sus orejas eran puntiagudas.
El chico le dijo algo a quien me había sacado y después se dirigió a mí. Se disculpó amablemente y me ofreció su brazo para escoltarme adentro del lugar. Tomé su mano y en silencio me dejó en un lugar preferencial muy cerca de la pista y se fue. Era trapecista… parecía que volaba. Todo en esos actos era espectacular y fuera de este mundo. Todo era muy colorido, brillante, más que en ningún otro lugar. Además de que estaba lleno de seres fantásticos. Hermosas hadas, gnomos de grandes barbas, duendes graciosos y los olores que flotaban en el aire iban de lo dulce a lo floral.
Al terminar el acto y tras dar las gracias todos empezaron a salir, yo me quedé ahí esperando un poco y el mismo chico que me había permitido entrar llegó y me saludó. Estaba frente a mi… me enseñó sus manos vacías y con un gesto me indicó que esperara, ocultó atrás sus manos y ¡sorpresa! Una flor bellísima apareció ante mis ojos en sus manos… - también soy mago - me dijo mientras sonreía ante mi cara de asombro un tanto ruborizada.
Platicamos un rato, me dijo que su padre era el dueño y presentador del circo. Él prefería volar. Me habló también de todas esas maravillosas creaturas, comimos algunas golosinas deliciosas que jamás había probado antes. Me sentía como Alicia en el país de las maravillas, rodeada de cosas grandiosas, de colores, sabores y olores que jamás hubiera imaginado que existían.
El sol parecía que saldría y él debía retirarse, podía estar bajo la luz de día, pero era una creatura nocturna. Yo también debía regresar a casa, aunque todo fue tan relajante, maravilloso, sin igual. Él se paró frente a mi y me dijo – quiero darte algo antes de que te vayas - cerró su mano derecha y la otra la pasó por encima de está como dibujando un circulo en el aire y al abrirla una pequeñita estrella de cristal muy brillante apareció en su mano.
Se puso detrás de mí y con una cadenita que fue apareciendo poco a poco la sujeto a me la puso, era una estrella preciosa y una gargantilla hermosa y delicada la sujetaba de mi cuello. Al momento de despedirnos besó mi mano tiernamente y me llenó de algunas recomendaciones – hubiera preferido estar aquí siempre contigo, pero, vuelve cuando quieras, yo aquí te esperaré y no dudes en llamarme ante alguna necesidad, si vuelves solo di que me conoces y nada te pasará. No me olvides nunca por favor – Hizo una reverencia y yo levante mi mano para decir adiós. En ese momento un frío intenso recorrió mi cuerpo… la ventana estaba abierta, yo estaba en mi cama y… la estrella de cristal estaba colgada de mi cuello.

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