20 julio 2009
El gran bastón de caramelo (Jonathan Mata)
Hay decisiones en este mundo que te aseguran una muerte lenta, pero aun así se toman día a día, comenzar a fumar, no hacer ejercicio, ir a vivir a una gran ciudad o simplemente buscar a tu padre biológico. Decidí investigar quien era mi padre después de 25 años, mi madre me dijo un día que si quiera averiguar sobre eso no contara con ella, pero cuando supo de mi decisión, me dio un papel con una dirección escrita, me sentí de maravilla.
Me tomo un par de días decidirme a ir, pero un buen jueves me puse guapa, tome mi titulo universitario, las fotos de mi vida y fui para apersonármele a un hombre que me dio la vida, pero que al mismo tiempo era un completo desconocido.
La dirección pertenecía a una casa pequeña de un barrio marginal, estaba muy nerviosa por ir sola, pero no me importó, toque la puerta pero nadie abrió, la gente alrededor me miraba mientras murmuraba burlona, comencé a sentir miedo. De inmediato un hombre viejo se acerco a mí.
-¿A quien esta buscando señorita?
-Al hombre que vive aquí, respondí.
-¿Sabe usted a quien esta buscando?
-Si señor, a mi padre.
El hombre comenzó a alejarse poco a poco hasta que entro a su casa, me sentí humillada en ese momento. Me dirigía a mi auto cuando el hombre salio de la casa con una llave, se dirigió a la casa de mi padre y abrió la puerta, me miro esperándome para entrar, no sabia si era una buena idea, pero de cualquier modo iba para conocer a mi padre y no me iría de ahí sin verlo.
Al entrar me topé con un pasillo lleno de mascaras de niños con expresiones de pánico, sentí ganas de llorar, había un olor nauseabundo de humedad, había juguetes por todas partes, el hombre delante mío caminaba cauteloso, tratando de no tocar nada. Al fondo de la casa se podía ver una silueta inerte, tenia el pelo alborotado, como un payaso.
Mientras avanzábamos se podía escuchar cada vez mas próxima una melodía circense que me parecía familiar, subimos unas escaleras y llegamos a otro pasillo, estaba lleno de retratos de niños maquillados de payaso, todos con los ojitos cerrados, de inmediato quede paralizada, le dije al hombre que quería salir de ahí, y aunque me miró, pareció no importarle y siguió caminando, llego hasta una puerta roja y toco dos veces, después de unos segundos apareció un hombre de unos 60 años, con la barba larga y el cabello alborotado, usaba un bastón rojo y blanco, como un caramelo gigante.
El hombre que me llevo hasta ahí agacho la mirada y se retiro, dejándonos solos al hombre del bastón y a mi.
-¿Qué quieres?
No pude responder ni una sola palabra, nos miramos por varios segundos, pero no sucedió nada.
-¿Terminaste de juzgarme?, Preguntó.
-No vine a juzgarte, solo quería conocerte.
-Ya me conocías ¿recuerdas?
-¿Cómo dices?
De repente recordé algo de mi infancia que no hubiera querido, aquella música, aquella silueta de payaso, nunca fue una pesadilla, fuiste tu papá.
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