15 enero 2009

COMPAÑEROS ( Magnolia Flores Tapia)


“La locura, a veces, no es otra cosa que la razón presentada bajo diferente forma.”
Vengo de una familia de esas de las que se les dice “de abolengo”, con un apellido antiguo y un árbol genealógico extenso y no solo eso. Somos ricos, acaudalados y en ocasiones pecamos con tener demasiado tiempo libre. A parte del dinero y de la “buena cuna”, en mi familia había los más raros casos de manías, tanto clínicas, como de esas que solo son muy extrañas costumbres. Y me permitiré relatarles los casos de algunos familiares para que sepan de qué les hablo. Un tío de mi abuela gustaba de ver que la gente rezara por él, para lograr esto preparaba perfectamente su escenario con cuatro cirios colocados en cada esquina de su cama y dulce para atraer a las moscas, después abría las cortinas y se recostaba en la cama a disfrutar de los rezos.
Una tía abuela tuvo la mala suerte de recibir el mismo día de su boda la noticia de la muerte de su novio, estaba ya a punto de llegar al templo cuando se enteró de tal suceso, desde ese momento se rehúso a quitarse el vestido de novia y se sumió en una tristeza muy profunda, se rehusó por mucho tiempo a quitarse el vestido, a permitir que la asearan y a comer, finalmente murió.
Caso extraño también, fue el de un tío de mi abuela quien adoraba a los animales, tenía un verdadero zoológico, perros, gatos, caballos, aves y su favorito era un asno a quien solía llamar Don Simón, comía, conversaba con él, lo consideraba de verdad ¡su mejor amigo!, guardando a la par un total despreció por los humanos. Cuando el asno murió mi tío se se deprimió hasta que falleció y aunque muchos quisieron evitarlo fue enterrado junto al burro como fue su última petición.
Siempre me maravillaron esas situaciones, rogaba a mi abuela que me contara las historias de la familia; creo que eso fue lo que influyó en que me decidiera por estudiar medicina y posteriormente psiquiatría, mi familia hubiera preferido que eligiera otra carrera, pero esta es mi pasión y justo al terminar la especialidad me ofrecieron un muy buen empleo en un centro psiquiátrico. Nunca pensé en trabajar en uno, pero, me llamó la atención y el único inconveniente era que tenía que pasar algunas noches el dicho lugar, por eso antes de aceptar visité el lugar.
El hospital me maravilló, era amplio, con jardines y mucha iluminación. Acepté el empleo. No eran inconveniente las noches que tuviera que pasar, era el trabajo indicado para mí. Rápidamente aprendí todo lo que había que aprender, me integré a las actividades, al equipo, comencé a hacer amigos e incluso mis pacientes me recibieron bastante bien.
Todo parecía marchar perfecto, tanto que debido a mi esfuerzo y a mi tranquilidad en momentos de crisis obtuve en poco tiempo un ascenso, la pasión por mi labor iba aumentando más cada vez, y cada vez pasaba más tiempo en el hospital, entre pacientes y familiares, tratamientos y terapias. Sentía que mi vida era perfecta, tenía un empleo que disfrutaba bastante, mi familia y mis amigos estaban muy bien, incluso empecé a salir con un ex compañero de la universidad. Es difícil no sentirse invencible cuando la vida nos va tan bien.
Desgraciadamente la misma vida después de sonreír tanto nos da un revés, y nos muestra que no somos invulnerables, solo somos pequeños granos de arena, a mi me lo demostró tras un accidente en el que murió mi madre, siendo hija única fue un golpe fuertísimo, y justo después el chico con quien salía se mudó de país. No había nada más qué hacer, solo pude recurrir a mi trabajo, después de todo fue lo único seguro que me quedó, mas trabajo, más pacientes, más noches en el sanatorio y una realidad alterna reducida a un hospital psiquiátrico donde cientos de realidades se mezclan sin saber cuál es la verdadera. Mi frialdad profesional se transformó en calidez, de pacientes a compañeros. Y soy una más de aquellos que son por otros llamados “locos” sin tener con la acusación noción de la verdadera realidad, y en 5 minutos cuando las realidades cambian drásticamente hasta los hospitales psiquiátricos pueden ser un edén.

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