15 enero 2010

EXTREMOS - Por: Magnolia Flores Tapia



¿Qué tan lejos estamos de lo que tanto odiamos?... dicen que odio y amor están en la misma línea recta, a la misma altura solo que en sentido contrario, que son lo mismo pero en distinta dirección. Nunca creí que cosa tal fuera del todo cierta pero a estas alturas siento que me he tenido que tragar mis palabras.
¿Realmente se puede amar y odiar a la misma persona?, siempre decía que no, que o era amor o era odio, pero no ambas, o se ama o se odia, cómo podría amar a alguien a quien he detestado, puedo dejar de odiarlo, por meras buenas vibras, pero de ahí a otra cosa faltaría mucho. Me comí mis palabras, mis pensamientos y mis conclusiones como si fuera una sopa de letras servida en frío y sin tener ganas.
“Del odio al amor siempre hay un paso” me dijeron mis amigas burlescamente aquella tarde que llegué quejándome y a punto de colapsarme a causa de un “tipo” – como lo llamé aquella vez – que se la pasó haciéndome la vida de cuadritos un día antes durante todo el trayecto a mi casa y que para colmo se estacionó en mi cajón de estacionamiento y que al parecer resultó ser el nuevo vecino.
En poco tiempo se convirtió en la persona más odiosa que conocía o hubiera conocido antes, se la pasaba cometiendo errores intencionales en mi contra y ni siquiera se disculpaba, era un cínico.
Realmente no lo soportaba, pero ah el destino, Dios, la vida, o como quieran decirlo, aquel día se iba a divertir conmigo, al llegar al departamento lo vi, sí, lavando su auto, por primera vez no se había estacionado en mi lugar y noté algo diferente… no traía sus gafas oscuras de siempre, pude ver sus ojos, eran hermosos y quedé totalmente perdida.
A partir de ahí lo único que odiaba era que él seguía siendo igual de odioso y yo ya no era la misma, pensaba en esos ojos, en su voz, en sus manos… odiaba esa intranquilidad de sentirme atraída y nada correspondida. Era increíble que una persona pudiera llevarme al borde de una locura incomprensible, podía llevarme a esos dos extremos; seguridad y celos; llanto o carcajadas y era algo que en mi interior sucedía provocado con su sola presencia. Mi interior era un caos hasta que en una de esas peleas cuando yo justamente comenzaba a percatarme de el daño que me empezaban a hacer ese tipo de riñas que antes casi disfrutaba, él sonrió de la nada con una ternura capaz de derretir al hielo... y me besó

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